miércoles, 13 de noviembre de 2019


Nuestro mundo espera a Dios
Somos muchos los que esperamos la venida de Dios. Unos lo hacen de manera personal o colectiva, otros en la casa o en el templo, aunque lo que de verdad entristece es que los acontecimientos fatalistas alrededor del mundo y las dificultades familiares, desmoralizan  nuestra voluntad y deseo de responder a este llamado divino. 
En la actualidad no son pocos los que llegan a la edad adulta y se sienten decepcionados de la navidad, ya no le encuentran aquella magia que vivieron en su infancia. Sin darse cuenta este día se torna gris, empieza a ser como cualquier otro donde la única diferencia se encuentra en la saturación de comercios con novedosos artículos, la obligación de dar un montón de regalos, las múltiples fiestas con sus excesos, los gastos exorbitantes y para colmo tener que sonreír y agradar a todos.   
Lo bueno es que esa incomodidad que algunos decían sentir han dejado de sufrirla, porque al fin  han comprendido que la navidad puede llegar a ellos cualquier día del año.  
No se trata de restar importancia al acontecimiento sino todo lo contrario, reconocer que lo vital sin importar creencias, es que todos podemos recibir a Jesús en nuestro corazón y celebrar su nacimiento en el momento que lo dispongamos.
Vivir esta experiencia personal es mucho más sustancial que la organización de un evento, porque lo esencial está en ir al encuentro de ese día, es saber cuándo y cómo  preparar el camino, es detener el paso para abrir un sendero en la jungla mundana y llegar a Él.
En esta  temporada silenciosa de Adviento, Dios nos habla y nos dirige el más bello de los mensajes; palabras de consuelo que llegan justo a tiempo para fortalecer el espíritu afligido ante tanta desesperanza. Es una pena que entretanto bullicio, activismo y francachelas, no nos demos una tregua para escucharle.   
Bastan cinco minutos para que de rodillas, nos mostremos  agradecidos por las miles de veces en las que hemos sido socorridos con sus bendiciones. Es increíble cómo cambia la  existencia cuando aprendemos a agradecer; nuestra mirada se aclara y comenzamos a ver en medio de las exigencias y compromisos navideños, el verdadero propósito de ésta cristiana celebración. La vida de todos los que amamos y la propia, se enaltecen.  
Demos a nuestros hijos la miel necesaria para que sientan apego por su vida, en el mundo hace falta amor al prójimo y a sí mismos, caridad, perdón, pero sobre recibir de los padres el conocimiento de lo que significa ofender a Dios.     
El Adviento es un mensaje  de amor y esperanza, no son palabras que ofrezcan soluciones inmediatas como por arte de magia, son las más tiernas y cálidas palabras que podemos recibir en medio de tanta angustia y confusión.  
El amor, primero de diciembre, primer domingo de Adviento.
Antonieta B. de  De Hoyos.                                  13/11/19

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