viernes, 27 de noviembre de 2015

La esperanza es el "color" del Adviento

Antonieta B. de De Hoyos                   nov. 28/15

El próximo domingo 29, todos los católicos cristianos nos ponemos en marcha atraídos por el Adviento: nuestro Dios es el "Dios que llega" y nos llama a salir a su encuentro.

Precisamente mientras buscaba una información reciente sobre esta tradición religiosa, me di cuenta de la constante mención que se hace en esta época del año del salmo 141 en distintos libros y distintas acepciones.
  "Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde". “No dejes que mi corazón se incline a la maldad, o a cometer delitos con hombres perversos”.
La verdad es que nunca imaginé la belleza de estas palabras, hasta ahora que tuve el tiempo suficiente para leerlas. Los textos son variados en contenido y extensión, pero todos ellos encierran ese clamor del hombre a su Dios en las dificultades. El Adviento lleva en si, la excelencia espiritual de la esperanza y en él, la Iglesia entera se convierte en espera para ella misma y para el mundo.

Pero como podemos hacer vida esta confianza?

Obvio que con la más bella manifestación universal de fe que conocemos, la oración. Fe que encontramos en su expresión más trascendente en los Salmos, palabras humanas en las que el mismo Dios, ha puesto en los labios y en los corazones de los creyentes, la petición de su venida.
Meditemos unos instantes en este salmo que puede servirnos como preparación para el inicio del Adviento, dejemos que el Espíritu Santo haga que de nuevo resuenen esas palabras en nuestro interior, para que recordemos ese caminar  entre el tiempo de Dios y los tiempos de los hombres.
"Señor..., ven de prisa". Dios mío, ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme.
Este es el grito de millones de personas que nos sentimos en grave peligro, ya sea por las guerras, la corrupción, la pobreza, las enfermedades o los desastres naturales; es el grito de la Iglesia que lucha contra las calumnias que la rodean y amenazan su santidad, es la invocación que también se escucha en los labios de la gente buena que quiere resistir al mal, a la seducción de placeres que ofenden a la dignidad humana.
Al inicio de Adviento esta súplica se eleva a Dios "como incienso", como símbolo de oración de aquellos corazones orientados hacia Él.
Hoy, en la angustia humana hemos tocado fondo, la esperanza de Adviento es una necesidad de salvación, es el único camino que nos libera de un peligro mortal.                                      

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