miércoles, 3 de abril de 2019


Esta cuaresma “resetiemos”  nuestra mente.
Una palabra que se ha vuelto común en las personas que diariamente hacemos uso de la computadora, es la de resetear, palabra que proviene del verbo inglés “to reset”, que significa reiniciar.
Vino esto a mi mente después de leer el siguiente artículo, en el que se recomienda no estropear lo que poseemos, por estar deseando aquello que consideramos nos hace falta. Desafortunadamente llegan esos momentos en que nos olvidamos, que lo que tenemos hoy es lo que soñamos tiempo atrás y que ahora por la ambición nos parece poco.
A veces en ese diario caminar para conseguir el sustento, tenemos la  sensación de que estamos perdiendo la oportunidad, de tener muchísimo más cosas, que podrían mejorar la calidad de nuestra vida, aunque estemos conscientes de que ya de por sí es buena.
La mercadotecnia ha conseguido que la gente crea equivocadamente, que poseyendo más cosas la calidad de vida de todos mejorará, inquietándonos al grado de ponernos celosos y hasta furiosos por lo que otros han logrado. Sobre valoramos su situación y pensamos que la vida es injusta con nosotros.  
Lástima que cuando estos pensamientos se presentan, nos olvidemos de lo bendecidos que somos y dejemos de agradecer todas esas bellas cosas que ya tenemos.
Es aquí cuando sin darnos cuenta los sentimientos de frustración y desgracia nos agobian,  es nuestro instinto de supervivencia el que nos alerta. Lo bueno es que para contrarrestar esos espacios de inconformidad, hay una fórmula muy sencilla que ayuda a  "reiniciar" la mente y nos despierta, para que apreciemos lo que disfrutamos.
Pensemos en la cantidad de cosas malas que no nos han pasado, recordemos esos contratiempos que hemos superado, valoremos el que nadie en la familia ha sido diagnosticado con una enfermedad terminal, que gracias a Dios no vivimos en zona de guerra, que no pasamos hambre ni frio. A simple vista parecería tonta ésta estimación, pero no lo es.
La verdad es que somos afortunados a pesar de las carencias y la adversidad, basta que imaginemos a toda esa gente que alrededor del mundo en este preciso instante, está intentando sobrevivir a sus graves pérdidas.
Reflexionemos en lo que sentiríamos si fuéramos nosotros los que estuviéramos en esas terribles circunstancias, seguro nos invadiría la desesperación por regresar a donde estábamos. Miles de oraciones se elevan al cielo pidiendo al Creador intercambiar su situación por la nuestra.
Respira hondo, siente, goza todas las bendiciones recibidas que te permiten estar donde estás y poseer lo que tienes; salud, alimentos, trabajo, afectos, familia, amigos.
Aprovechemos lo que resta de la cuaresma para comprender que la felicidad no radica en tener todo lo que se desea, sino en disfrutar y agradecer a Dios lo que ya se tiene.
Antonieta B. de De Hoyos                       4/3/19.

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