jueves, 23 de julio de 2015


¡La felicidad de los pueblos está en su sabiduría!

Indudablemente que el desproporcionado crecimiento poblacional, ha llevado a que la ignorancia se incremente en las masas y que cada vez a éstas, les sea más difícil recibir la instrucción escolar. Pero no solo es el incremento de estudiantes el problema en esta incultura, también lo es la casi nula importancia que los gobiernos dan a la calidad y actualización de los programas educativos; a lo que se le agrega la raquítica economía de las familias, donde madres y abuelas tienen que trabajar fuera de casa para equilibrar el presupuesto, descuidando por completo la tradicional educación hogareña.

Quizás a algunos les incomode reconocer la enorme influencia, que en el desarrollo intelectual de la ciudadanía  tienen los medios de comunicación, pero si observamos con detenimiento el contenido de esa información que difunden, encontraremos que durante las veinticuatro horas del día, recibimos mensajes “basura” a través de noticieros falseados, canciones vulgares, videos ofensivos que involucran sexo, drogas, delincuencia, riqueza ilícita y abusos de autoridad; acciones que conducen al caos social, a la desintegración familiar y al descrédito de los valores éticos y religiosos que deben regirnos.  

Si ponemos en la balanza lo positivo y lo negativo que día a día asimilamos, comprenderemos el por qué, la gente está cada vez menos preparada y más violenta, sin ánimos de sobresalir y alcanzar el éxito. Por ejemplo: los estudiantes aquí tienen demasiados días de asueto, mientras en los países del primer mundo hasta en periodos de vacaciones aplican en cursos de superación personal y académica. Los bajos promedios y la inasistencia aquí, no impiden el paso al siguiente grado. Lo cierto es que si la educación no es buena, los empleos y salarios tampoco lo serán. Las reglas de urbanidad, los buenos hábitos, la pulcritud, la buena presencia, las virtudes y la cultura en este tercer milenio, dejaron de ser indispensables.

La educación, el conocimiento y la espiritualidad, son parte de la sabiduría de la persona,  pero no van de acuerdo con los fundamentos de las sociedades globalizadas, aquellas donde los poderosos han hecho de la avaricia y la corrupción su estilo de vida. Para ellos es imperante que el individuo común no logre ser sabio e inteligente, ni siquiera en una mínima parte, porque si lo consigue no se dejará explotar, no será manipulado ni forzado a trabajar como robot. El sabio, el inteligente se rebela, ama vivir en libertad y la libertad va unida a la sabiduría. Ninguna sociedad capitalista quiere ciudadanos libres, porque cuando las personas empiezan a usar su propia inteligencia el pueblo despierta, y en ese momento se vuelve peligroso para el sistema, para los que están en el poder, para los eruditos, para los que planean todo tipo de opresión, explotación y supresión, hasta para las doctrinas religiosas.

Ninguna sociedad quiere sabios, porque todo hombre y mujer sabios, no son serviles, no imitan ni siguen a las masas, la persona inteligente es libre y solo obedece a su conciencia y a su corazón, no manda, ni se deja mandar, tampoco pisa, ni se deja pisar.

Antonieta B. de De Hoyos                            7/ 25/15

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