¡La felicidad de los pueblos
está en su sabiduría!
Indudablemente que el
desproporcionado crecimiento poblacional, ha llevado a que la ignorancia se
incremente en las masas y que cada vez a éstas, les sea más difícil recibir la
instrucción escolar. Pero no solo es el incremento de estudiantes el problema
en esta incultura, también lo es la casi nula importancia que los gobiernos dan
a la calidad y actualización de los programas educativos; a lo que se le agrega
la raquítica economía de las familias, donde madres y abuelas tienen que
trabajar fuera de casa para equilibrar el presupuesto, descuidando por completo
la tradicional educación hogareña.
Quizás a algunos les incomode
reconocer la enorme influencia, que en el desarrollo intelectual de la
ciudadanía tienen los medios de
comunicación, pero si observamos con detenimiento el contenido de esa
información que difunden, encontraremos que durante las veinticuatro horas del
día, recibimos mensajes “basura” a través de noticieros falseados, canciones
vulgares, videos ofensivos que involucran sexo, drogas, delincuencia, riqueza
ilícita y abusos de autoridad; acciones que conducen al caos social, a la
desintegración familiar y al descrédito de los valores éticos y religiosos que
deben regirnos.
Si ponemos en la balanza lo
positivo y lo negativo que día a día asimilamos, comprenderemos el por qué, la
gente está cada vez menos preparada y más violenta, sin ánimos de sobresalir y
alcanzar el éxito. Por ejemplo: los estudiantes aquí tienen demasiados días de
asueto, mientras en los países del primer mundo hasta en periodos de vacaciones
aplican en cursos de superación personal y académica. Los bajos promedios y la
inasistencia aquí, no impiden el paso al siguiente grado. Lo cierto es que si
la educación no es buena, los empleos y salarios tampoco lo serán. Las reglas
de urbanidad, los buenos hábitos, la pulcritud, la buena presencia, las
virtudes y la cultura en este tercer milenio, dejaron de ser indispensables.
La educación, el conocimiento
y la espiritualidad, son parte de la sabiduría de la persona, pero no van de acuerdo con los fundamentos de
las sociedades globalizadas, aquellas donde los poderosos han hecho de la
avaricia y la corrupción su estilo de vida. Para ellos es imperante que el
individuo común no logre ser sabio e inteligente, ni siquiera en una mínima
parte, porque si lo consigue no se dejará explotar, no será manipulado ni
forzado a trabajar como robot. El sabio, el inteligente se rebela, ama vivir en
libertad y la libertad va unida a la sabiduría. Ninguna sociedad capitalista quiere
ciudadanos libres, porque cuando las personas empiezan a usar su propia
inteligencia el pueblo despierta, y en ese momento se vuelve peligroso para el
sistema, para los que están en el poder, para los eruditos, para los que
planean todo tipo de opresión, explotación y supresión, hasta para las
doctrinas religiosas.
Ninguna sociedad quiere sabios,
porque todo hombre y mujer sabios, no son serviles, no imitan ni siguen a las
masas, la persona inteligente es libre y solo obedece a su conciencia y a su corazón,
no manda, ni se deja mandar, tampoco pisa, ni se deja pisar.
Antonieta B. de De Hoyos 7/ 25/15
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