¿Por qué poner el
pesebre en Navidad?
Es cierto que todos los
adornos en puertas y ventanas, junto con un bello pinito traen felicidad al
hogar en esta época navideña, pero nada más. El belén por el contrario es como un
Evangelio vivo, el papa Francisco ha querido recordar al mundo entero que
Navidad no es sinónimo de regalos y fiesta, sino el encuentro con Jesús y el
misterio de su nacimiento, Dios hecho niño, así es como define la hermosura del
pesebre en Belén.
Francisco invita a
vivir la tradición familiar de preparar el belén, propone ponerlo en los
lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las
plazas, es como recibir una doble bendición.
Lo esencial es que esta
práctica no se debilite tras el brillo de costosos adornos y regalos, con el
fin de mostrar poder económico. Hemos exagerado tanto en los objetos de adorno que algunas casas parecen exhibidores
de tiendas con artículos en venta, solo falta ponerles el precio. La
mercadotecnia cada año tiene algo que ofrecer.
Francisco espera que
poner el Belén cuando se acerca la navidad sea una tradición que nunca
desaparezca es más, confía en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea
descubierta de nuevo y revitalizada.
Cuando se coloca el
Belén en las casas la historia de lo que sucedió hace más de dos mil años se
revive, dan ganas de orar y entonar villancicos, es increíble la forma en que
esta escena sensibiliza a las familias, desde el más pequeño que pregunta hasta
el más anciano que no puede contener sus lágrimas al recordar.
La historia del milagro
de Navidad nació en Greccio, Italia. San Francisco se detuvo viniendo
probablemente de Roma, donde el 29 de noviembre de 1223 había recibido del Papa
Honorio III la confirmación de su Regla. Quince días antes de la Navidad, San
Francisco cumplió su deseo: ver el Belén y todas las privaciones que tuvo el
Niño. El 25 de diciembre, llegaron muchos frailes de distintos lugares, también
hombres y mujeres de las granjas de la comarca, trayendo flores y antorchas
para iluminar aquella noche santa. Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con
el heno, el buey y el asno. Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró
solemnemente la Eucaristía, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo
de Dios y la Eucaristía.
Esa vez no había
figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes. Así nace
nuestra tradición: todos alrededor de la gruta y llenos de alegría. De aquel
belén de la Navidad de 1223, todos regresaron a sus casas colmados de alegría.
De modo particular, el
pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la
pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Esta es una llamada a seguirlo en el camino de la
humildad, de la pobreza, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es
una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y
hermanas más necesitados.
Antonieta B. de De Hoyos
12/11/19
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