lunes, 9 de diciembre de 2019


¿Por qué poner el pesebre en Navidad?
Es cierto que todos los adornos en puertas y ventanas, junto con un bello pinito traen felicidad al hogar en esta época navideña, pero nada más. El belén por el contrario es como un Evangelio vivo, el papa Francisco ha querido recordar al mundo entero que Navidad no es sinónimo de regalos y fiesta, sino el encuentro con Jesús y el misterio de su nacimiento, Dios hecho niño, así es como define la hermosura del pesebre en Belén.
Francisco invita a vivir la tradición familiar de preparar el belén, propone ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas, es como recibir una doble bendición.
Lo esencial es que esta práctica no se debilite tras el brillo de costosos adornos y regalos, con el fin de mostrar poder económico. Hemos exagerado tanto en los objetos de  adorno que algunas casas parecen exhibidores de tiendas con artículos en venta, solo falta ponerles el precio. La mercadotecnia cada año tiene algo que ofrecer.  
Francisco espera que poner el Belén cuando se acerca la navidad sea una tradición que nunca desaparezca es más, confía en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada.
Cuando se coloca el Belén en las casas la historia de lo que sucedió hace más de dos mil años se revive, dan ganas de orar y entonar villancicos, es increíble la forma en que esta escena sensibiliza a las familias, desde el más pequeño que pregunta hasta el más anciano que no puede contener sus lágrimas al recordar.
La historia del milagro de Navidad nació en Greccio, Italia. San Francisco se detuvo viniendo probablemente de Roma, donde el 29 de noviembre de 1223 había recibido del Papa Honorio III la confirmación de su Regla. Quince días antes de la Navidad, San Francisco cumplió su deseo: ver el Belén y todas las privaciones que tuvo el Niño. El 25 de diciembre, llegaron muchos frailes de distintos lugares, también hombres y mujeres de las granjas de la comarca, trayendo flores y antorchas para iluminar aquella noche santa. Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno. Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró solemnemente la Eucaristía, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía.
Esa vez no había figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes. Así nace nuestra tradición: todos alrededor de la gruta y llenos de alegría. De aquel belén de la Navidad de 1223, todos regresaron a sus casas colmados de alegría.
De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Esta es  una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados.
 Antonieta B. de De Hoyos                                            12/11/19

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