martes, 17 de diciembre de 2019


Cuando la tolerancia ya no es tolerable.
Aun y cuando mi cabello ya pinta canas, no deja de sorprenderme el giro que está tomando la ya tan popular libertad de expresión. Ahora cualquiera puede decir lo que piensa y lo que siente, sin tomar en cuenta a los que pudiera ofender y violentar con su atrevimiento.
El vandalismo y las marchas que apoyan protestas sociales se han tornado comunes,  conductas inaceptables que exigen a los gobiernos trabajar de inmediato, en políticas que garanticen los derechos de igualdad y de respeto entre los individuos, vivir en una sociedad pacifica es un derecho humano.  
Cada persona es única e inigualable, cada creencia e ideología es valiosa, siempre y cuando no afecte la existencia de los demás. La diversidad es y ha sido siempre propia de las sociedades y sólo practicando la tolerancia se ha podido asegurar la supervivencia de asociaciones mixtas en cada región del mundo.
Desafortunadamente las diferencias ideológicas, físicas, económicas y sociales han creado división en algunos sectores de la población; hay lugares en los que no se gozan las libertades correspondientes y se realizan actos de discriminación y terrorismo.
Estamos en una era en la que el extremismo y el radicalismo violento van en aumento y los conflictos se caracterizan por un menosprecio fundamental a la vida humana.
Hoy los discursos de odio se multiplican hacia las personas migrantes, grupos minoritarios y étnicos; actos improcedentes expresados y apoyados por figuras públicas que influyen gravemente en el ánimo de sus seguidores y en la opinión pública. Generalizar y describir a personas como “peligrosos” o “inferiores” no es un fenómeno nuevo, terribles tragedias en la historia de la humanidad testifican esos hechos.
Un claro ejemplo de intolerancia, es el movimiento que defiende la diversidad sexual con comportamientos difíciles de aceptar como lo es, exigir respeto a su derecho a vivir en libertad, mancillando en su euforia la dignidad de personajes ilustres por el simple hecho de no querer escuchar, las voces de los que no estén de acuerdo.  
La injusticia, la violencia, la discriminación y la marginación son formas comunes de intolerancia, parece que hemos olvidado que  la tolerancia se basa en saber apreciar la riqueza y la variedad de las diferentes formas de ser en cada cultura. En ningún caso la tolerancia es indulgencia o indiferencia.
Es preciso retomar los valores personales y empezar a educar en ellos desde el seno familiar y en las escuelas. Apremia que el respeto entre minorías y mayorías sea reciproco y dejar bien claro que la intolerancia nace de la ignorancia, del miedo a lo desconocido.
Todos somos partes de la solución por eso es una obligación moral, hacer uso de los talentos intelectuales y artísticos pero, encauzados a elevar la calidad de vida de todos los que habitamos este planeta. 
Antonieta B. de De Hoyos                                     12/18/19

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