Lo que nuestros padres
nos enseñaron.
Sin lugar a dudas es
dentro de la familia, donde conocemos las primeras reglas que nos ayudan a ser
mejores personas, mismas que son trasmitidas de padres a hijos por varias
generaciones. Recuerdo muy bien todas estas recomendaciones que casi sin
sentirlo quedaban grabadas en la memoria. En décadas pasadas aprendimos que en
la vida nada es casualidad que todo es el
resultado de la forma en que nos comportamos, las tristezas y las
alegrías dependen de nuestras acciones, pensamientos y sentimientos.
Antes sabíamos muy bien
cuando merecíamos un premio o un castigo, que lo que se siembra se recoge y que
lo malo siempre regresa multiplicado. Con
estas humildes reglas nos
enseñaron a ser responsables de lo que
hacíamos, a utilizar la libertad para crear lo que quisiéramos sabiendo que de
acuerdo a lo elegido después seríamos juzgados.
Aprendimos a aceptar la
realidad y a cambiar lo que fuera posible, por ejemplo: el egoísmo, el apego a
lo material, la dependencia a ciertas personas, y que para lograrlo teníamos
que mirar hacia nuestro interior, ver debilidades, defectos y superarlos.
Nuestros padres nos
dejaron claro que este cambio es personal, no en los demás ni en los lugares o
cosas que nos rodean. Lo triste es que hoy se educa para lo exterior, todos
ansían lo que no tienen y lo que tiene el otro.
La responsabilidad la
fortalecieron desde la infancia, aprendimos que de ella depende la felicidad de
los que amamos y a estar atentos a lo que decimos, hacemos y callamos.
También nos dijeron que
somos como un collar de perlas, si una se rompe las demás se desprenden, que
cada paso que damos es el resultado de lo hecho, las decisiones presentes
afectan a las futuras lo que significa que debemos ser prudentes.
Fueron firmes al
recomendarnos no pensar en dos cosas o más a la vez, porque de ese modo se
pierde el camino y nos volvemos inseguros e irritables, la clave es estar atentos
con mente y corazón si queremos adquirir sabiduría.
Con su ejemplo nos
mostraron que quien da a los demás aquello que es suyo, ofrece parte de su
energía positiva que de inmediato se regresa. Aprendimos a olvidar, a no vivir
anclados en el pasado, a disfrutar el presente, a vivir siempre en el aquí y en
él ahora.
Conocimos que nada es
nuevo bajo el sol, que todo se repite hasta que aprendemos las lecciones que nos
lleven al camino correcto. A tener presente que cada paso que demos debe darse
sin hacer daño, que nada llega por qué sí, que cada uno forja su propio destino. El presente
y futuro se labran con propio esfuerzo, voluntad y determinación.
Nuestros padres nos educaron
en la fuerza e iluminación que debemos poner en todo lo que hacemos, sabiendo
que los sueños bien soñados, tarde o temprano se realizan.
¡Gracias!
Antonieta B. de De
Hoyos
8/21/19
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