martes, 17 de octubre de 2017

De verdad, que és difícil.
Por Antonieta B. de De Hoyos                               10/ 21/17
   Dicen los que saben, que el mundo de hoy es bastante catastrófico, conflictivo, a veces tan espantoso que provoca terror; lo peor es que hacemos muy poco por modificarlo. Los seres humanos, somos por naturaleza religiosos respecto al credo y conocimientos dogmáticos de una entidad divina; lo que incluye creencias, ritos y prácticas. También sabemos que toda religión tiene como único fin el bien, la moralidad, el hacer las cosas  correctas y la caridad, sentimiento que nos invita a amar al prójimo.
   En México, una mayoría de la población somos católicos, otro gran porcentaje es cristiano, y el resto manifiesta diferentes doctrinas, pero todas persiguen lo mismo: alcanzar la grandeza humana que nos asemeje a Dios. El problema es que en las prisas y compromisos, nos olvidamos de esos maravillosos principios,  y sin darnos cuenta nos alejamos de lo que debe ser la vida diaria en una sociedad de calidad, dejamos de        fomentar la cultura de la familia y de la comunidad como iglesia.
   Los liberales, los políticos y los ideólogos, tratan de imponer la libertad de género, el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, (aborto y preferencias  sexuales) y otra serie de “libertades”, que no van de acuerdo con la libertad de culto religioso en las escuelas.
   No es bueno para el niño ni para el joven, estar en medio de dos mundos, el que tiene de formación espiritual en casa, y el que recibe en la escuela. Por supuesto que existen  instituciones que unifican, pero la mayoría de las veces se ven obligadas a disimular esta formación, por exigencia de los gobiernos.
   La sociedad actual quiere libertades, quiere derechos, exige tolerancia, demanda respeto, pero la verdad es que en la medida en la que el ser humano se aleje de la moral, de la religión, de las creencias naturales, jamás alcanzará su perfección y se involucrará en graves problemas.
   Hay que aceptar que por negligencia, hemos perdido la fuerza y el ejemplo que se requiere para promover las virtudes humanas y espirituales, por eso la familia y la iglesia ya no son atractivas, ni necesarias, ahora a nadie le interesa aprender a vivir en armonía, desde el niño hasta el anciano odian todo lo relacionado con reglas.
   Lo curioso es que Dios si es indispensable y lo buscamos siempre, por todo y para todo, hasta los ateos lo imploran en algún momento. Esa es la incongruencia, “Dios sí nos es indispensable”, pero las instituciones que lo mencionan no, por eso buscamos pretextos y culpables para desechar lo importante y preferir lo pasajero.

Hoy, nos aterra comprometernos, formar  una familia, conservar una única pareja, tener vocación religiosa, ser participativo en la iglesia. Resulta más divertido vivir en el despilfarro y la violencia, aunque después suframos las consecuencias. De verdad es difícil, pero tenemos que formar personas integras y comprometidas que salven al mundo. 

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