¿De qué manera amas a tus hijos?
Por Antonieta B. de De Hoyos.
Octubre /14/17
Tus
hijos no tendrán éxito gracias a lo que hayas hecho por ellos, sino a lo que
les hayas enseñado a hacer por sí mismos, en sus primeros siete años de vida. Esta
es una reflexión que me impactó, porque por lo regular los padres nos sentimos muy
orgu- llosos, de lo que durante años hemos hecho por los hijos, unos hasta se
ufanan de haber sacrificado su juventud y madurez, al servicio de ellos.
Con las prisas de la modernidad,
por el afán de tener y parecer, nos olvidamos de qué, más importante que los
bienes materiales, son los valores morales y religiosos que les hayamos
inculcado. Si en tiempos pasados nos sorprendía y hasta molestaba, ver algunos
niños y adolescentes comportarse mal en los lugares públicos, en la actualidad
esa cantidad se ha multiplicado y lo peor, es que los padres y la sociedad
entera acepta- mos estas faltas como parte de la modernidad que nos agobia.
Hemos llegado al colmo de la
permisividad, ya vemos como natural que estos niños y jóvenes sean agresivos,
groseros, vanidosos, ambiciosos: libertinaje que conduce al temido bullying.
Creemos que esta conducta es consecuencia de lo que ven en el internet, la tele
y películas, corriente imposible de parar, que desalienta a los padres y los
vuelve pasivos, a veces hasta complacientes. No los regañan, porque ignoran
como disciplinar- los.
En la actualidad, miles de
adolescentes caen en drogas, desobedecen a las autoridades, son encarcelados y
llevados a correccionales, a centros de rehabilitación donde intenta- rán
corregir las malas costumbres y la carencia total de vida espiritual.
Para nuestro infortunio, mueren
prematuramente en enfrentamientos con la policía al involucrarse en bandas
delictivas y por sobredosis, provocando un terrible dolor a los familiares.
Hoy la moda es exigir libertades y
derechos, pero se olvida que para
garantizarlos se requiere haber crecido
dentro de una vida de calidad, esa que solo se logra gracias a la buena
educación recibida desde la cuna. Es preciso educar al niño, para que no llore
el hombre.
Algo que a simple vista carece de
importancia como: tender su cama, recoger su ropa y juguetes, ayudar en los
quehaceres de la casa, cumplir con sus tareas escolares, respe- tar a sus
maestros y adultos mayores, aprender a obedecer con gusto las órdenes recibidas,
parecen acciones comunes, pero en realidad son vitales para que una persona crezca
en armonía y viva una juventud y madurez libre de problemas.
El mal comportamiento de los
hijos, afecta a la sociedad entera, urge que aprenda las reglas de cortesía que
les permitan una sana convivencia.
Hay dos injusticias que un hijo puede sufrir:
“recibir un castigo por algo que no cometió, o salirse con la suya a pesar de
que ha actuado mal”.
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