martes, 27 de septiembre de 2011

NUNCA MÁS EL CANICÓN


¡Nunca más el canicón!
Porque la vida lo exige, más no por placer, me vi en la necesidad de acudir a la cita con mi dentista. No es de extrañar que como a muchos, a mí también me atemorice la aplicación de la anestesia local y aunque el médico  jure y perjure que no va a doler, yo siempre me protejo e invoco la divina presencia en cada una de estos acontecimientos.
Esta vez, al término de la intervención y mientras nos poníamos de acuerdo para la segunda consulta, surgió entre nosotros  una amena charla. Hablamos de mil y una cosas, todas muy interesantes. Sin darnos cuenta nos enfrascamos en el tema de la religión y de lo imprescindible que es, poseer una vida interior saturada de espiritual para enfrentar  los  peligros que nos presenta la sociedad actual.
Me contó en su estilo muy personal, la forma como había ido madurando en su fe, y las múltiples ocasiones en que había aconsejado a sus amigos retomar el buen camino, los que por debilidad  continúan en la práctica de actos incorrectos, que pronto se convierten en vicios esclavizantes.
Mientras narraba los hechos yo lo observaba. Me admiraba escuchar  la vehemencia que ponía en sus palabras y los juicios certeros que emitía sobre la conducta humana; no lograba comprender como alguien tan joven, tuviera esa madurez de pensamientos.
De repente me dijo- “Pero sepa usted que ya me cansé, mi paciencia se acabó, no mas consejos que no son oídos. Se ha terminado mi misión de orientador”  y para corroborar lo dicho me dio el siguiente ejemplo.
-Supongamos que yo soy una canica que ha caído en un pozo, pero me  esfuerzo  a base de brincos a salir de él,  lo logró, y ya en piso firme, busco a Dios  para no volver a caer.  A partir de entonces dejo de ser una simple canica y me convierto en un canicón. Ahora tengo la fuerza necesaria para sacar de un empujón a todo aquel que caiga en algún pozo. Lo más triste es, que después de lo que cuesta sacarlos, ellos indiferentes regresan al pozo. No buscan a Dios, prefieren la vida fácil llena de vicios. Les tiendo mi   mano pero no la toman.  Por eso de ahora en adelante los dejaré solos, necesitan aprender la lección en carne propia.
Fue hasta el anochecer que reflexioné sobre esta inusual y sabia plática. Vinieron a mi mente toda esa gente, que alrededor del mundo se esfuerza cada día por ser un canicón; las veces que pierden su brillo, se despostillan y se quiebran, tratando de sacar del pozo a sus semejantes.
Es verdad que debemos ayudar,pero tambien es cierto que existe la dignidad humana.  
Cuanto tiempo se debe sufrir por las reiteradas equivocaciones ajenas?
Cuando con la conciencia tranquila se puede continuar el camino?
innegable es que debemos "arrimar el hombro", pero será hasta el momento en que por decision propia, la canica quiera salir del pozo.
Antonieta B. de De Hoyos                         octubre 1/11

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