miércoles, 28 de septiembre de 2011

Aciertos menos errores…sería lo ideal.
El fin de semana que acaba de pasar, para la mayoría de los mexicanos fue un espacio de reflexión;  dos días en los que se recordó a los difuntos y se visitó panteones, aunque con un ligero cambio que no pasó desapercibido. Las flores y las tumbas fueron menos solicitadas y visitadas, mientras que los templos se saturaron en las diferentes ceremonias realizadas con el propósito de elevar plegarias por el eterno descanso de sus almas.
A la misa que yo asistí, el cura comparó durante el sermón, la trayectoria de un aplicado estudiante con el caminar que debemos adoptar, las personas que deseemos llegar al final de nuestras vidas con serenidad. Apoyado en este ejemplo invitaba con gran entusiasmo a los feligreses a leer con frecuencia la Biblia, a escuchar con persistencia la Palabra de Dios, a practicar buenas obras, a amar al prójimo, a no caer en actos de omisión, pero sobre todo a confiar en la misericordia divina, la que en el momento de rendir  las cuentas  estará presente.
Sus recomendaciones no me sorprendieron, pues desde la infancia las conozco y me esfuerzo por seguirlas, claro está que con el  obligado estira y afloja de mi fragilidad humana. El sacerdote evocó  mi época de estudiante normalista, al pronunciar la palabra calificación y la forma en la que seriamos considerados de acuerdo a la tenacidad en nuestro  aprendizaje. Vino a mi memoria mi maestro de Ciencias de la Educación y los diferentes métodos que aprendí para evaluar el aprovechamiento de mis futuros alumnos de primaria o preescolar; entre ellos recuerdo el oral, el escrito, pregunta de respuesta múltiple, correspondencia, etc.  Pero mi favorito  fue y sigue siendo, el de aciertos menos errores, método que desde entonces aplico  en mi cotidianidad.
¿En qué consiste?  Bien, vamos a suponer que usted presenta  un examen de diez preguntas y responde con titubeos, los errores restados a los aciertos, le  dejaran muy pocos puntos buenos y reprobará. Pero si pensando detenidamente en lo que va a contestar (o lo que va a hacer) continúa  inseguro; al dejar en blanco el espacio (no actuando), este no será tomado en cuenta porque no existió,  lo que significa que de ocho aciertos sin marcar error, usted  obtendrá un ocho aprobador, de lo contrario actuando de manera irreflexiva, lo bueno se pulveriza con la equivocación, aun y cuando esta sea mínima.
A lo mejor mi manera de pensar  es equivocada, pero a mí me ha dado resultado porque he valorado mucho más mis aciertos y he aprendido a caminar más despacio, con mayor prudencia, intentando evitar el error. Por supuesto que los impulsos son la parte  negativa de un examen, sobre todo cuando haces, dices, decides, señalas, ofendes, agredes, sin pensar en las consecuencias. Yo confío plenamente en la misericordia de Dios y estoy segura, porque se lo he suplicado, de que en mi rendir de cuentas aplicará este formato.
Antonieta B. de De Hoyos          noviembre 6/08

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