viernes, 30 de septiembre de 2011

Mensaje universal de la navidad.
De todos es sabido que el ser humano necesita de la cultura, de los bienes espirituales, de creencias, ideales y valores para darle sentido a su existencia; aunque todavía persistan los que se cuestionan la existencia de Dios y sean estos los que le buscan en las manifestaciones de poder, triunfo, riqueza y prestigio.
La navidad que disfrutan creyentes y no creyentes propone lo contrario, buscar a Dios desde el sufrimiento, en la debilidad, en la gratuidad del niño, en relaciones personales solidarias, en los que buscan la paz y tienen buena voluntad. Poderosa razón por la que el sentido de la vida no es el dinero ni el poder, tampoco la moral  ni las doctrinas, sino el “amar y ser amado”. Aseveración que se personificada en un niño que deja ver a un Dios débil, porque ama, y que por amor se coloca en las manos humanas para ser protegido. Ayudar a Dios, es cuidar de sus hijos, hombres y mujeres de todas las edades que habitan el planeta; empezando por los más débiles, los pobres, los hambrientos, los enfermos; evitar el racismo, la xenofobia, y demás cosas que nos separan. Es en esa relación estrecha de amor entre Dios y sus hijos, donde radica la fascinación de la navidad, no en los regalos, bebida, bailongos, besuqueos y carcajadas. Cuando recibimos el amor de Dios y nosotros por fe
le correspondemos amando a nuestros semejantes, formamos un círculo divino inquebrantable.  
Solo que amar como amó Jesucristo, no es fácil porque no es un simple sentimiento, es un trabajo de la voluntad que exige cambiar pensamientos, conversaciones, hábitos y demás conductas impropias. Amar a familiares, conocidos y desconocidos, próximos o lejanos, reclama sacrificio, tiempo, dinero y esfuerzo. Por eso antes de comprometernos en el amor: contraer matrimonio, engendrar un hijo, albergar a un anciano, debemos calcular su costo y estar seguros de que podremos pagarlo.
Presumir de amar a alguien y desatenderlo es engañarse a sí mismo. Jactarse de servir a sus semejantes anteponiendo las conveniencias personales, es fincar en el vacío. Los bienes materiales son una bendición de Dios, siempre y cuando se compartan, dejar en el desamparo cuando se tiene la manera de auxiliar, no es un legado de la navidad.
Los pobres necesitan de nuestras bendiciones, pero no olvidemos que hay mucha gente rica y exitosa que no es feliz, a ellos dirijamos también nuestras oraciones.
Cuando ayudas, escuchas, atiendes y dejas de juzgar en forma crítica, es porque en tu corazón se ha arraigado el amor de Dios, de igual manera en el de los que amas y te aman.
“Hay dos maneras de vivir una vida: Pensar que nada es un milagro o que todo es un milagro. De lo que estoy seguro es que Dios existe”.-Albert-Einsten.
Antonieta B. de De Hoyos.                Dic. 4/08

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