Empoderamiento
femenino, dice Peña Nieto.
Hace unos días el presidente
Peña Nieto en uno de sus discursos, enfatizó que en su gobierno se le daría
mayor empoderamiento a la mujer, para contrarrestar la violencia que contra
ella se ha desatado en todas las esferas sociales.
Aseguró que, sabiéndose
fuerte e independiente, y con oportunidad de recibir capacitación profesional
para desempeñarse en algún empleo, ellas podrán con mayor tranquilidad obtener su
sustento y el de sus hijos. Con esta
declaración las asistentes vieron en ese mensaje, una luz en las tinieblas de
su diario vivir.
La semana pasada cuando se
dirigían a su trabajo, una joven mujer y su hermano fueron atropellados con
premeditación, alevosía y ventaja por la ex-pareja sentimental de ella. Murieron
los dos y tres menores de edad quedaron en la orfandad, con un trágico suceso
grabado en su memoria. Ella tenía un buen empleo y vivía con su madre.
Cuando
el presidente habla de empoderar, ofrece aumentar en las mujeres su fortaleza
espiritual, política, social y económica, porque sabe que solo con ellas puede
impulsar cambios positivos en la comunidad, en la confianza de desarrollar sus
propias capacidades.
Lo que
no ha tomado en cuenta Peña Nieto son los trastornos, las frustraciones y los
celos de un macho herido, cuyo odio se desborda al ver salir adelante a su
pareja; crítica situación que se complica con una pésima impartición de
justicia, que nada tiene de pronta y expedita.
Claudia
es uno de los miles de casos de feminicidio que se presentan en el país, como
consecuencia de haber tenido el valor de denunciar a su conyugue por maltrato, abusos,
amenazas de muerte y otras cosas peores, lo triste es que los ministerios
públicos y la policía investigadora
ignoran la petición, hasta que se suscita la tragedia. Se habla mucho de
equidad de género, estandarte de moda para los partidos políticos en el poder, gestión
que se limita a ofrecerle cargos públicos de tercer nivel, a combatir cuando
menos de apariencia su pobreza extrema y a intentar disminuir la discriminación
que sufre.
El verdadero empoderamiento,
el que nos urge, incluye recibir una vasta educación en los valores éticos,
morales y religiosos, preparación que le permite manejar con inteligencia
emocional la adversidad. No se trata de un salario decoroso ni de elevar la
autoestima, la realidad ha dejado claro que enfrentar la violencia con
violencia, solo conduce a la muerte de uno o ambos conjugues, condenando así a
los hijos a vivir en el desamparo.
Más que empoderamiento las
mujeres exigimos educación, protección, justicia y autoridades más humanizadas,
sabemos que la impunidad generalizada, es el aliciente perfecto para que sigan
surgiendo hombres violentos.
Antonieta B. de De Hoyos Dic. 14/13
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