viernes, 1 de marzo de 2013


Tiempo para aprender.                                                     

Cuando llega la cuaresma y me involucro en los temas, que de manera específica son elaborados para impartirse durante las cinco semanas previas a la Semana Santa; me doy cuenta de mi ignorancia, con respecto a esa gran sabiduría que posee nuestra religión y que, bondadosamente día a día, se trasmite a sus feligreses. 

Han pasado varias décadas desde que escribí esta sencilla reflexión, inspirada durante un periodo cuaresmal. Recuerdo con claridad, como si hoy lo estuviera viviendo, que todo lo que yo pedía a Dios, era tiempo.

“Dame tiempo Señor”

Anoche soñé que el Señor se acercaba a mí, y muy quedo al oído me decía…“Por haber cumplido con tus sacrificios cuaresmales, te voy a conceder un deseo. Pídeme lo que quieras, que te lo daré con gusto…” Me desconcerté ante aquel divino ofrecimiento, de inmediato  vinieron a mi mente todas las cosas que desearía tener en ese momento. Después de unos instantes de reflexión, llegué a la siguiente conclusión: “Señor…hoy solo te pido tiempo…, Tiempo para reconocer mis errores y enmendarlos…, Tiempo para encauzar a mis hijos en el conocimiento profundo de la fe en ti…, Tiempo para ayudar a los seres que me rodean, a reconocer lo valioso de contar con tu apoyo para caminar en la vida, y así poder llegar a Ti, al final de ésta. ¡No deseo más! …Te pido me perdones y me des tiempo”.

Al volver a leerla me llene de nostalgia, eran frases que me traían grandes y bellos recuerdos, porque las escribí cuando apenas entraba a la madurez, cuando las personas nos cuestionamos mas la existencia. En aquellos años mis hijos eran menores, su porvenir me inquietaba, no sabía hasta que edad Dios me permitiría acompañarles.

De lo que ahora si estoy segura es de que escuchó mi petición, y me la concedió, pues mi existir se ha  extendido más allá de lo que imaginaba en mi juventud. Hoy tengo la dicha de ver a mis hijos independientes, sanos de mente y espíritu, respetuosos de la presencia de Dios. Y como si esta dicha no fuera suficiente, me ha concedido también el ver crecer a mis nietos. 

Vivir la cuaresma  es aprender, es avanzar, es ser mejor, es madurar como persona y fortalecer el espíritu. El acudir con entusiasmo al templo y escuchar con atención los mensajes, es saber aprovechar el tiempo que Dios nos concede, para acercarnos más a Él.

Reflexionar en nuestra profesión de fe, reconsiderar la respuesta de Dios a nuestra fe, conocer la celebración del misterio cristiano, experimentar la fiesta de libertad y reconciliación y, admitir que la vida en Cristo, es esperanza de salvación y alabanza, significa caminar hacia la conversión.

Cuando sentimos la presencia de Dios en nuestro diario vivir: aprendemos a gozar y agradecer los momentos felices, y nos preparamos para superar la adversidad acompañados.

Por Antonieta B. de De Hoyos        Febrero 27/13

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