Tiempo
para aprender.
Cuando llega la cuaresma y me
involucro en los temas, que de manera específica son elaborados para impartirse
durante las cinco semanas previas a la Semana Santa; me doy cuenta de mi
ignorancia, con respecto a esa gran sabiduría que posee nuestra religión y que,
bondadosamente día a día, se trasmite a sus feligreses.
Han pasado varias décadas desde
que escribí esta sencilla reflexión, inspirada durante un periodo cuaresmal.
Recuerdo con claridad, como si hoy lo estuviera viviendo, que todo lo que yo
pedía a Dios, era tiempo.
“Dame
tiempo Señor”
Anoche soñé que el Señor se
acercaba a mí, y muy quedo al oído me decía…“Por haber cumplido con tus
sacrificios cuaresmales, te voy a conceder un deseo. Pídeme lo que quieras, que
te lo daré con gusto…” Me desconcerté ante aquel divino ofrecimiento, de
inmediato vinieron a mi mente todas las
cosas que desearía tener en ese momento. Después de unos instantes de
reflexión, llegué a la siguiente conclusión: “Señor…hoy solo te pido tiempo…,
Tiempo para reconocer mis errores y enmendarlos…, Tiempo para encauzar a mis
hijos en el conocimiento profundo de la fe en ti…, Tiempo para ayudar a los
seres que me rodean, a reconocer lo valioso de contar con tu apoyo para caminar
en la vida, y así poder llegar a Ti, al final de ésta. ¡No deseo más! …Te pido
me perdones y me des tiempo”.
Al volver a leerla me llene de
nostalgia, eran frases que me traían grandes y bellos recuerdos, porque las
escribí cuando apenas entraba a la madurez, cuando las personas nos
cuestionamos mas la existencia. En aquellos años mis hijos eran menores, su
porvenir me inquietaba, no sabía hasta que edad Dios me permitiría
acompañarles.
De lo que ahora si estoy segura
es de que escuchó mi petición, y me la concedió, pues mi existir se ha extendido más allá de lo que imaginaba en mi
juventud. Hoy tengo la dicha de ver a mis hijos independientes, sanos de mente
y espíritu, respetuosos de la presencia de Dios. Y como si esta dicha no fuera
suficiente, me ha concedido también el ver crecer a mis nietos.
Vivir la cuaresma es aprender, es avanzar, es ser mejor, es
madurar como persona y fortalecer el espíritu. El acudir con entusiasmo al
templo y escuchar con atención los mensajes, es saber aprovechar el tiempo que
Dios nos concede, para acercarnos más a Él.
Reflexionar en nuestra profesión
de fe, reconsiderar la respuesta de Dios a nuestra fe, conocer la celebración
del misterio cristiano, experimentar la fiesta de libertad y reconciliación y,
admitir que la vida en Cristo, es esperanza de salvación y alabanza, significa
caminar hacia la conversión.
Cuando sentimos la presencia de
Dios en nuestro diario vivir: aprendemos a gozar y agradecer los momentos
felices, y nos preparamos para superar la adversidad acompañados.
Por Antonieta B. de De Hoyos Febrero 27/13
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