El
rezo del viacrucis solidariza.
Por
lo regular durante la cuaresma, acostumbro asistir al templo los viernes por la
tarde para rezar el viacrucis. Pero en esta ocasión preferí rezarlos en casa,
frente a un Cristo de madera de buen tamaño, que cuelga de la pared que da al
lado de mi cama.
Por
esa razón organicé mis compromisos y mis quehaceres hogareños, de tal forma que
me quedara el tiempo suficiente para rezar todos los días, a mitad de la tarde.
Me gustó mucho la idea porque así hiciera frio o calor, aire o lluvia, podría
leer con serenidad, sin ninguna prisa, las quince estaciones del viacrucis; excelente
meditación que nos traslada hasta aquella experiencia dolorosa, que Jesús vivió
y sufrió por nosotros.
A decir verdad, no soy muy afecta a las
oraciones largas y tediosas, esas en las que se utilizan palabras rimbombantes,
desconocidas y hasta difíciles de pronunciar y memorizar. Disfruto mucho más
las oraciones cortas, sencillas, comprensibles, esas que al pronunciarlas nos
acercan a Dios. Por eso no puedo evitar que mis sentimientos se congelen, cuando
llega a mis manos un libro, folleto, o propaganda religiosa, en las que se
exageran las alabanzas y las frases repetitivas. A mí me gusta hablar con Dios, lo que no
significa que me olvide del Padrenuestro, el Avemaría, el Credo y dos o tres oraciones
más, que aprendí en mi infancia durante los años de catecismo…
Pero
rezar el viacrucis es otra cosa; es acompañar a Jesús en el doloroso camino de
la cruz, es aceptar que muchos de nuestros semejantes y hasta nosotros mismos, nos
hemos visto obligados a recorrer también este camino, con nuestras propias
cruces.
Nadie
busca una cruz, en este peregrinar terreno las cruces llegan solas y es en esta
penosa situación, cuando nos comprometemos a ayudar a los que sufren, cerca o
lejos de nosotros.
Durante
el resto del año rezo el santo rosario, pero es en el viacrucis donde mi espíritu
se identifica más con mi prójimo, conocido o desconocido. En la décima estación
cuando Jesús sufre en su dignidad al ser despojado de sus vestiduras, no puedo
dejar de pensar en los miles de millones que están siendo despojados ahora
mismo, de lo más indispensable para subsistir, como consecuencia de cruentas
guerras y codicias desmedidas.
Seguramente
habrá momentos en los que tanta crueldad nos haga sentir impotentes, pero la fe
en la oración logra milagros y la acción caritativa hacia los que tenemos cerca
también. Dios sabe cómo somos y conoce nuestros esfuerzos, por querer hacer el
bien a pesar de nuestras debilidades, pero también sabe que sin Él no podremos
superar las cruces cuando se nos presenten.
Recorrer
el camino de la cruz con Jesús hasta su Resurrección, nos compromete como
cristianos a ayudar a los que siguen cargados con sus cruces, hasta que
consigan la nueva vida de la Resurrección.
Antonieta
B. de De Hoyos. Marzo 6/13
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