La
riqueza de la religiosidad popular.
En
el texto del Evangelio (Lucas 13,1-9) en la tercera plática cuaresmal, se recuerda
el pasaje de la higuera que no da frutos, y cómo el viñador intercede por ella, se compromete y dice al
Señor que la va a cuidar y abonar para que dé frutos.
Al
principio no comprendía la esencia de este mensaje, no lograba aterrizarlo en
el aspecto humano. Tenía que comprenderlo para poder comunicarlo al auditorio y
a mis lectores, para ello busqué a mi guía espiritual, el Padre Carlos Aguilera
que en tres frases me aclaró las dudas.
Al
ejemplificar con la higuera, se deja entender que era un árbol frondoso, con
bello ramaje y hojas verdes que ofrecía buena sombra, más no daba el fruto que
Dios le había encomendado. Muchas personas en su diario vivir alcanzan éxitos
personales, pero no dan fruto, no se ocupan de servir a sus semejantes, ni a
Dios.
Celebrar
la fe es manifestarla, comunicarla, compartirla, hacer sentir a los demás que
Dios está siempre contigo, en las buenas
y en las malas situaciones. Nosotros como creyentes, debemos comprometernos a
compartir nuestros conocimientos y abonar nuestra fe con actos que la hagan
crecer, orando de manera personal o comunitaria, cantando, alabando, rezando,
asistiendo a misa, comulgando, realizando actos piadosos.
Podemos
también invitar a otros a rezar una novena, a acudir al templo los viernes de cuaresma
para rezar el viacrucis, organizar el rezo del santo rosario en familia o en el
barrio, formar o ser parte de grupos de lectura bíblica. Con estas actividades fortificamos
nuestra fe y al compartirla vamos dando fruto. La fe debemos celebrarla durante
todo el año, cada día.
Lo
fundamental es que no nos de pena que nos encuentren los hijos o los nietos
rezando, o que se enteren los vecinos que vamos a misa, o que nos vean seguir
los ritos de Semana Santa, o que bendecimos los alimentos. Todo lo contrario,
dejemos que vean en nuestro rostro la felicidad que nos embarga, cuando
celebramos nuestra fe.
Igualmente
debemos sentirnos felices y muy respetuosos, cuando recibimos o acompañamos a
recibir alguno de los Sacramentos como el bautismo, confirmación, eucaristía,
reconciliación, unción de los enfermos y orden sacerdotal, porque con las
señales sensibles y eficaces de la gracia de Dios a través del Espíritu Santo, también
abonamos nuestra fe.
Los
mexicanos tenemos en nuestra religiosidad una inmensa riqueza, que nos permite
superar adversidades y disfrutar al
máximo las alegrías. En este tiempo de cuaresma vivamos con intensidad esa fe
que se nos dio como una semilla o como una raíz, pero que tenemos la
responsabilidad de cuidar, hacer crecer
y dar fruto…, especialmente en nuestra familia.
Antonieta
B. de De Hoyos.
Marzo 13/13
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