Es “urgente” saberlo.
Eclesiastés
31.-
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su
hora. Tiempo de nacer, y tiempo de
morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y
tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y
tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir
piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse
de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo
de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de
hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de
paz.
La mayoría sin ser religiosos,
conocemos el trabajo que Dios ha dado a los hombres para que nos ocupemos de él
y seamos felices. Puso eternidad en nuestro corazón, sin que nos diéramos
cuenta de la grandeza de su obra desde el principio hasta el fin.
Cuando leí este sabio
mensaje, me di cuenta de la forma equivocada como había estado considerando lo urgente.
Desafortunadamente la palabra urgente la llevamos grabada en la mente durante toda
nuestra agitada existencia y de tanto que la usamos, perdemos su auténtico significado
de premura y prioridad.
Hemos hecho costumbre
el vivir presionados, lo que nos coloca en la triste condición de dejar
pendientes a la hora de morir muchas cosas que de verdad sí eran urgentes. Pero,
¿Cómo podemos saber cuánto vale lo que hacemos?
Lo primero es darnos
cuenta de que con las prisas y compromisos, ya no disfrutamos de las cosas
sencillas que dejan en nosotros un verdadero gozo interno. Por ejemplo; caminar
sin temor por las calles, jugar con los niños, tener una buena platica, admirar los árboles, las aves, saludar a conocidos y desconocidos, dar o recibir un
abrazo.
En la actualidad nos
olvidamos de ser más humanos, más hermanos, de admirar una puesta de sol, de sentir
la frescura de la lluvia, de ofrecer ayuda a un desposeído. En este convulsivo
milenio saturado de enfermedades, guerras y hambre, lo que realmente urge es
sentirnos vivos de cuerpo y alma para agradecer a Dios el don de la vida, sobre
todo la oportunidad de disfrutar esos bellos momentos en familia, cuando
mostramos al mundo cuanto los amamos.
El tiempo pasa, jamás
se detiene, hay ocasiones en las que pareciera que va más de prisa, se va la
adolescencia, la juventud, la madurez, de repente nos vemos queriendo hacer
cosas que ya no nos pertenecen.
A partir de hoy
aprovechemos el tiempo, no sea que vayamos a lamentar después el no haberle
dado la importancia que se merece. La vida corre como agua entre las manos, se
va en un soplo, quizás más tarde cuando miremos atrás ya seamos muy ancianos y
no tengamos el poder de regresar el tiempo. Urgente es aprender a respetar el
tiempo.
Antonieta B. de De Hoyos 10/ 2/19
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