miércoles, 2 de octubre de 2019


Es “urgente” saberlo.
Eclesiastés 31.- Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.  Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
La mayoría sin ser religiosos, conocemos el trabajo que Dios ha dado a los hombres para que nos ocupemos de él y seamos felices. Puso eternidad en nuestro corazón, sin que nos diéramos cuenta de la grandeza de su obra desde el principio hasta el fin.
Cuando leí este sabio mensaje, me di cuenta de la forma equivocada como había estado considerando lo urgente. Desafortunadamente la palabra urgente la llevamos grabada en la mente durante toda nuestra agitada existencia y de tanto que la usamos, perdemos su auténtico significado de premura y prioridad.   
Hemos hecho costumbre el vivir presionados, lo que nos coloca en la triste condición de dejar pendientes a la hora de morir muchas cosas que de verdad sí eran urgentes. Pero, ¿Cómo podemos saber cuánto vale lo que hacemos?
Lo primero es darnos cuenta de que con las prisas y compromisos, ya no disfrutamos de las cosas sencillas que dejan en nosotros un verdadero gozo interno. Por ejemplo; caminar sin temor por las calles, jugar con los niños, tener una buena platica,  admirar los árboles, las aves, saludar  a conocidos y desconocidos, dar o recibir un abrazo.
En la actualidad nos olvidamos de ser más humanos, más hermanos, de admirar una puesta de sol, de sentir la frescura de la lluvia, de ofrecer ayuda a un desposeído. En este convulsivo milenio saturado de enfermedades, guerras y hambre, lo que realmente urge es sentirnos vivos de cuerpo y alma para agradecer a Dios el don de la vida, sobre todo la oportunidad de disfrutar esos bellos momentos en familia, cuando mostramos al mundo cuanto los amamos.  
El tiempo pasa, jamás se detiene, hay ocasiones en las que pareciera que va más de prisa, se va la adolescencia, la juventud, la madurez, de repente nos vemos queriendo hacer cosas que ya no nos pertenecen.
A partir de hoy aprovechemos el tiempo, no sea que vayamos a lamentar después el no haberle dado la importancia que se merece. La vida corre como agua entre las manos, se va en un soplo, quizás más tarde cuando miremos atrás ya seamos muy ancianos y no tengamos el poder de regresar el tiempo. Urgente es aprender a respetar el tiempo.  
Antonieta  B. de De Hoyos                                   10/ 2/19

No hay comentarios: