miércoles, 5 de diciembre de 2018


No más matrimonios violentos.   
A nadie le gusta discutir por nada o por algo insignificante, pero cuando estas conductas se vuelven repetitivas a lo largo de los años, la situación se vuelve insostenible.  
 “Yo no quiero discutir con mi esposo¨, dice llorando una mujer. Otro dice:” Mi mujer me está volviendo loco, discute por todo, no entiende, me desespera”.
Sabemos que los conflictos y las discusiones no son malas, pues tienen el propósito de llevar a la pareja a conocerse mejor, lo importante es aprender a sobrellevar las diferencias para que después, juntos podamos derribar los obstáculos que se presenten.   
En el cristianismo y probablemente en otras doctrinas también, se recomienda a las parejas evitar que su enojo los lleve a una discusión violenta y a tratar de que su disgusto, se olvide antes de ir a dormir.  
La clave de la felicidad es saber manejar las diferencias con la mentalidad de adulto, porque cuando se habla y se discute como adulto, la  relación se fortalece.  
¿Pero entonces qué hacer si discutimos?
Antes que nada demostrar a su pareja que su amor es incondicional, que ninguno de los dos está obligado a sentir y a pensar como el otro quiere, la unión debe basarse en aceptar los desacuerdos y en luchar para que éstos no los separen.
Por eso cuando sienta que lo atacan ármese de valor y no conteste la agresión, si lo logra tenga la  seguridad que su relación afectuosa tendrá éxito y llegará hasta el final. A veces por inmadurez o por confusión nos atacan, en esos momentos es indispensable no responder de la misma manera. Un abrazo inesperado, unas palabras amables,  darán feliz término al problema.  
Es fundamental dominar el enojo y la lengua, porque basta una palabra de más para que la ira estalle. Por favor no escuche lo que le están diciendo, mejor concéntrese en el modo amable como va a reaccionar.   
Es cierto que la mayoría de las veces no somos responsables de la discusión, pero sí de la forma en que la enfrentamos. Cuando se modera la respuesta, el conyugue que discute se calma, pero para ello necesitamos ir más allá del dolor que causa la ofensa, urge sentir  compasión en el corazón. Las mujeres estamos hechas de emociones y hay momentos en que no sabemos cómo expresarlas.     
No apresure su envejecimiento buscando culpables, mejor sea humilde y discúlpese, es más saludable. Las noticias en los medios de comunicación, muestran diariamente la terrible crisis que viven las parejas aquí y en el resto del mundo, lo más triste es ver como se destruyen en el hogar y delante de sus hijos.
Dice la gente que “Vale más una gota de miel, que un tonel de hiel”.  ¿Por qué no nos hacemos el propósito esta navidad, de empezar a practicar la compasión y la misericordia con nuestra pareja?      
Antonieta B. de De Hoyos                           12/ 4/18

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