No más matrimonios
violentos.
A nadie le gusta
discutir por nada o por algo insignificante, pero cuando estas conductas se
vuelven repetitivas a lo largo de los años, la situación se vuelve
insostenible.
“Yo no quiero discutir con mi esposo¨, dice llorando
una mujer. Otro dice:” Mi mujer me está volviendo loco, discute por todo, no entiende,
me desespera”.
Sabemos que los
conflictos y las discusiones no son malas, pues tienen el propósito de llevar a
la pareja a conocerse mejor, lo importante es aprender a sobrellevar las
diferencias para que después, juntos podamos derribar los obstáculos que se
presenten.
En el cristianismo y probablemente
en otras doctrinas también, se recomienda a las parejas evitar que su enojo los
lleve a una discusión violenta y a tratar de que su disgusto, se olvide antes
de ir a dormir.
La clave de la
felicidad es saber manejar las diferencias con la mentalidad de adulto, porque
cuando se habla y se discute como adulto, la
relación se fortalece.
¿Pero entonces qué
hacer si discutimos?
Antes que nada
demostrar a su pareja que su amor es incondicional, que ninguno de los dos está
obligado a sentir y a pensar como el otro quiere, la unión debe basarse en
aceptar los desacuerdos y en luchar para que éstos no los separen.
Por eso cuando sienta
que lo atacan ármese de valor y no conteste la agresión, si lo logra tenga
la seguridad que su relación afectuosa
tendrá éxito y llegará hasta el final. A veces por inmadurez o por confusión nos
atacan, en esos momentos es indispensable no responder de la misma manera. Un
abrazo inesperado, unas palabras amables, darán feliz término al problema.
Es fundamental dominar
el enojo y la lengua, porque basta una palabra de más para que la ira estalle. Por
favor no escuche lo que le están diciendo, mejor concéntrese en el modo amable como
va a reaccionar.
Es cierto que la mayoría
de las veces no somos responsables de la discusión, pero sí de la forma en que
la enfrentamos. Cuando se modera la respuesta, el conyugue que discute se calma,
pero para ello necesitamos ir más allá del dolor que causa la ofensa, urge
sentir compasión en el corazón. Las
mujeres estamos hechas de emociones y hay momentos en que no sabemos cómo
expresarlas.
No apresure su
envejecimiento buscando culpables, mejor sea humilde y discúlpese, es más saludable.
Las noticias en los medios de comunicación, muestran diariamente la terrible crisis
que viven las parejas aquí y en el resto del mundo, lo más triste es ver como
se destruyen en el hogar y delante de sus hijos.
Dice la gente que “Vale
más una gota de miel, que un tonel de hiel”.
¿Por qué no nos hacemos el propósito esta navidad, de empezar a
practicar la compasión y la misericordia con nuestra pareja?
Antonieta B. de De
Hoyos 12/ 4/18
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