¡La añorada renovación
espiritual!
Desde niña hasta la
edad de adulto mayor, he escuchado a la gente desear a sus semejantes feliz
nochebuena y feliz navidad. Tiempo después me di cuenta que la navidad no es
solo el día siguiente, sino hasta la llegada de los Retes Magos.
Lo curioso es que
siempre había pensado que esta época era de mucha alegría, de viajes, de
comidas sabrosas y de hermosos regalos.
Poco a poco, casi sin sentirlo la vida me fue
mostrando que eso no es lo importante, que lo más bello de esta temporada, es mirar
hacia nuestro interior y encontrar ahí en la quietud de esa santa noche, la fortaleza
espiritual anhelada.
Por esa razón lo
primero que tenemos que hacer, es abrir nuestro corazón a la fe y suplicar a
Dios porque nuestras acciones del año entrante, estén saturadas de compasión y servicio
al prójimo.
Ahora es imprescindible
dejar de lado las francachelas, es apremiante tener la mente despejada para
conducirnos hasta ese Dios que está por encima de todo, para después con serenidad
recibir esa gracia que nos permite hacer realidad lo soñado.
Esta celebración invita
a un cambio personal, pero no a ese que creemos sentir cuando nos invade la
emoción del momento, sino aquel que
queda grabado de forma permanente en nuestra conducta y que queremos compartir
con la familia.
Sería bueno
acostumbrarnos a hablar siempre en tono de paz, de amor fraterno, de unión
familiar, de armonía social; hacer vida el enviar bendiciones a todos con los
que convivimos y a bendecirnos a nosotros mismos cada día.
Coloquemos en nuestra
lista de nuevos propósitos: el colaborar en la conservación del medio ambiente
no tirando basura, el esforzarnos para que nuestro país se mejore, el trabajar
por un sociedad más justa, el aprender y practicar vivir sin violencia; pero
sobre todo crear el hábito de compartir y dejar de acumular cosas que no
necesitamos, porque de ese modo ayudamos a disminuir en algo la pobreza de
otros.
Antes de la cena de nochebuena,
reservemos un espacio para decir una pequeña oración, en la que los ahí
reunidos pidan por el bienestar propio y de los demás, incluyendo conocidos y
desconocidos.
El nacimiento de Jesús,
es un momento especial que debemos vivir con toda la fuerza de la fe, porque para
los creyentes y hasta algunos no creyentes, es un acontecimiento extraordinario,
viene al mundo el Hijo de Dios para llenarnos de su amor, de su perdón y de la reconciliación,
un instante en el que con los ojos cerrados invocamos su rostro misericordioso.
Dejemos de lado la
frívola comercialización que promueven los mercaderes y gocemos intensamente esta
grandiosa oportunidad, oremos, cantemos, bailemos, compartamos lo que tengamos,
demos ejemplo de amor a Dios a nuestros hijos y nietos.
Este es el momento
justo para renovar nuestra vida espiritual.
Antonieta B. de De Hoyos 12/19/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario