miércoles, 28 de noviembre de 2018


Confía más en Dios, que en tu inteligencia.
El partido de fútbol de esa mañana pronosticaba un excitante encuentro. Los changuitos estaban ansiosos por iniciar el partido. Se oye el silbato y empiezan a correr todos tras la bola, pases cortos, pases largos y allí van corriendo de un lado a otro, de extremo a extremo de la cancha, de pronto un tiro largo, largo, largo. La bola fue a parar justo en medio del pantano que se encontraba al otro lado de la cancha.
Los changuitos se paran a la orilla pretendiendo alcanzar el balón apoyados con un palo, otro tira una piedra y nada. De pronto un osado y valiente changuito va dando semejantes saltos hasta llegar donde la bola.
La sujeta, mientras le aplauden y animan. De pronto el changuito se empieza a hundir, mientras más se movía pretendiendo avanzar o salir, más se hundía.
Los espectadores  gritaban: ¡Sálvate a ti mismo! ¡Sálvate a ti mismo! Ante los animosos gritos el changuito se sujeta de sus orejas y empieza a tirar hacia arriba, intentando salvarse a sí mismo de hundirse.
En lo personal creo que esta anécdota es retadora a la vanidad humana, marca el preciso momento en el que estamos seguros de que todo lo podemos y que saldremos adelante por nuestros propios méritos.
Los que hemos tenido la oportunidad de estudiar una profesión, incluso los que han alcanzado una posición social, económica o laboral trascendente, no estamos exentos de encontrarnos de vez en cuando, en medio del pantano, al igual que el changuito de la anécdota.
Tratar de salir solos de nuestros problemas, pretender hacer las cosas sin ayuda o peor aún, fingir que no necesitamos de nadie para salir adelante en la vida, es la peor de las mentiras.
La Historia Universal narra cómo ilustres personajes, poseedores de una enorme capacidad intelectual y riqueza, también se vieron obligados en muchas ocasiones a suplicar ayuda a la divinidad.
Se recomienda leer el libro de los Proverbios y buscar en ellos, las enseñanzas que sirven para educar a los hijos y a nosotros mismos. La inteligencia es parte importante de nuestro desarrollo, pero encontrar el buen juicio también lo es.  
Los años vividos nos ofrecen grandes experiencias y una de ellas, es que las cosas no siempre salen como deseamos.
Reconocemos la fuerte influencia que tiene en nuestro diario vivir la presencia de Dios, cuando nos colocamos en el sendero de la humildad y percibimos la sutileza con la que nos guía hacia las decisiones correctas. Las alegrías se tornan más intensas y la adversidad es superada con mayor facilidad. 
Aprovechemos este tiempo navideño para reflexionar, pero sobre todo tengamos cuidado de no quedarnos en medio de los problemas como el changuito, estirándonos las orejas.
Antonieta B. de De Hoyos                                         11/28/18

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