jueves, 15 de noviembre de 2018


¿Sabes lo que es una vida extraordinaria?
“Recuerda que sólo el hecho de existir, ya es divertido” y como suele  suceder este bello pensamiento es anónimo. 
No sé si para bien o para mal, pero nos tocó vivir en un mundo donde se rinde culto a la velocidad, tenemos por ejemplo: comidas rápidas, autos rápidos, riqueza rápida, divorcios rápidos. Queremos soluciones rápidas a todos los problemas, hasta los hijos se van rápido del hogar.
Es enajenante la manera como esta rapidez nos complica la vida, nos estresa al grado de que la ansiedad mina nuestra salud, impidiendo  que disfrutemos al máximo la belleza, la bondad y el amor, que nuestros semejantes nos brindan. Minimizamos el enorme  valor de nuestras relaciones afectuosas y la bendición de poseer un trabajo por humilde que este sea. Estamos tan ensimismados en todo lo que nos hace falta, que nos olvidamos de Dios.
Por esta razón limitamos nuestro existir al deseo de tener y parecer, días y noches enteras las pasamos en vela pensando en la manera de incrementar nuestra economía, la que es buena y suficiente en la mayoría de las veces. 
Dentro de ese afán nos olvidamos que Dios nos otorgó los dones necesarios, para que al ejercitarlos encontremos con ellos la auténtica felicidad, desafortunadamente no les damos el  valor que se merecen, los vemos como algo simple, insignificante, natural.
Es triste pero real, nuestra mente está saturada de miles de cosas que nos gustaría tener, viajes, comidas, ropas y diversiones, deseos que se acrecientan en la época navideña cuando compramos y regalamos lo que sea, con tal de aparentar una solvencia que en ocasiones no se goza.  
Lo aconsejable es detener la marcha, esforzarnos en dejar de lado las prisas y los compromisos inútiles, la vida es sumamente bella y solo requiere de nosotros, sencillez para disfrutarla. 
En esta época que se avecina, desde noviembre con el adviento hasta diciembre con la nochebuena, navidad y fin de año, tenemos el tiempo perfecto para  hacer esa pausa que nos permita examinar y agradecer los logros obtenidos en los meses  transcurridos. Pero también es el momento idóneo  para no olvidar la lección de vida, que cada equivocación nos ha dejado.  
Hagamos costumbre un pequeño espacio de reflexión al anochecer, hablemos con Dios  supliquemos su bendición, son escasos pero invaluables minutos que siempre nos llevan  a  disfrutar de un sueño placentero y a recibir el nuevo amanecer con mayor brío. Esta es la vida  extraordinaria que Dios tiene para cada uno de nosotros, no la desperdiciemos.  
Antonieta B. de De Hoyos                                           10/14/18


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