¿Sabes lo que es una
vida extraordinaria?
“Recuerda que sólo el
hecho de existir, ya es divertido” y como suele
suceder este bello pensamiento es anónimo.
No sé si para bien o
para mal, pero nos tocó vivir en un mundo donde se rinde culto a la velocidad, tenemos
por ejemplo: comidas rápidas, autos rápidos, riqueza rápida, divorcios rápidos.
Queremos soluciones rápidas a todos los problemas, hasta los hijos se van
rápido del hogar.
Es enajenante la manera
como esta rapidez nos complica la vida, nos estresa al grado de que la ansiedad
mina nuestra salud, impidiendo que
disfrutemos al máximo la belleza, la bondad y el amor, que nuestros semejantes
nos brindan. Minimizamos el enorme valor
de nuestras relaciones afectuosas y la bendición de poseer un trabajo por
humilde que este sea. Estamos tan ensimismados en todo lo que nos hace falta,
que nos olvidamos de Dios.
Por esta razón
limitamos nuestro existir al deseo de tener y parecer, días y noches enteras
las pasamos en vela pensando en la manera de incrementar nuestra economía, la
que es buena y suficiente en la mayoría de las veces.
Dentro de ese afán nos
olvidamos que Dios nos otorgó los dones necesarios, para que al ejercitarlos
encontremos con ellos la auténtica felicidad, desafortunadamente no les damos
el valor que se merecen, los vemos como
algo simple, insignificante, natural.
Es triste pero real,
nuestra mente está saturada de miles de cosas que nos gustaría tener, viajes,
comidas, ropas y diversiones, deseos que se acrecientan en la época navideña
cuando compramos y regalamos lo que sea, con tal de aparentar una solvencia que
en ocasiones no se goza.
Lo aconsejable es
detener la marcha, esforzarnos en dejar de lado las prisas y los compromisos
inútiles, la vida es sumamente bella y solo requiere de nosotros, sencillez
para disfrutarla.
En esta época que se
avecina, desde noviembre con el adviento hasta diciembre con la nochebuena,
navidad y fin de año, tenemos el tiempo perfecto para hacer esa pausa que nos permita examinar y
agradecer los logros obtenidos en los meses
transcurridos. Pero también es el momento idóneo para no olvidar la lección de vida, que cada
equivocación nos ha dejado.
Hagamos costumbre un
pequeño espacio de reflexión al anochecer, hablemos con Dios supliquemos su bendición, son escasos pero
invaluables minutos que siempre nos llevan
a disfrutar de un sueño
placentero y a recibir el nuevo amanecer con mayor brío. Esta es la vida extraordinaria que Dios tiene para cada uno
de nosotros, no la desperdiciemos.
Antonieta B. de De
Hoyos
10/14/18
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