Un
nuevo “elitismo”.
Antonieta B. de De
Hoyos agosto 12/17
Siempre me ha llamado la atención la palabra élite,
porque desde adolescente la leo en las crónicas de sociales que aparecen en periódicos
y revistas, donde presentan gente bien vestida en celebraciones fastuosas, por
lo general se trata de gente adinerada. Pero lo que ahora me ocupa, son los
estresantes cambios que la sociedad ha venido sufriendo en las últimas décadas
del siglo pasado y lo que llevamos del milenio, esta nueva forma de ser fue la que despertó mi curiosidad.
Al buscar la definición
de elitismo encontré dos conceptos. El clasismo que es el prejuicio y la discriminación,
basada en formar parte o no, de cierta clase social que se considera mejor, siendo los mismos miembros los que se
autoclasifican en alta, media, y baja. El otro es el racismo en él, la diferencia
está en la raza y no en la posición socioeconómica del individuo o grupo
social. La problemática se presenta cuando se juntan y producen sentimientos discriminatorios
“clasistas y racistas”.
Fue precisamente por la
situación que vive nuestra sociedad, que llegué a la conclusión de que aún y
cuando suene muy fuerte, debemos regresar obligados por las circunstancias a
marcar cierta distancia entre los ciudadanos, pero no por la posición social ni
por la raza, sino por su falta de educación y poco deseo de aprender; por su total
ignorancia hacia las normas morales, éticas, reglas de urbanidad y principios
religiosos, que no recibieron oportunamente en sus primeros años dentro del
hogar.
Esta vez no importa de
dónde vienes y si eres rico o pobre, sino de compartir valores y virtudes para
vivir en armonía. No creo que sea una grosería, pero los abuelos decían que la educación
se mama, o lo que es lo mismo se infunde desde el momento de nacer
hasta poco después de la adolescencia,
tiempo en el que se convive en familia imitando la forma en que se conducen padres,
abuelos y demás parentela.
Hoy sales a la calle a pie o en automóvil y escuchas
groserías, ves señas obscenas, piropos indecentes, y si entras a un comercio,
la gente se llama a gritos, se ríen a
carcajadas en los restaurantes, no saben usar los cubiertos, en el cine es
el caos, hablan por celular, ponen los
pies sobre la butaca de enfrente, comen y dejan alimentos regados en el piso, los niños corretean en esos
pasillos y hasta en los del templo.
Algo que me parece
bestial, es hundir la cara del festejado en el pastel. De la moda en el vestir ni
hablemos, otro detalle es el que las mujeres se descalzan para seguir bailando en
un evento. La falta de respeto y la violencia hacia nuestros semejantes va en
aumento, decir gracias, con permiso, usted disculpe, se ha olvidado, servir al
prójimo pasó a la historia, y lo peor es
que esta conducta está siendo adoptada
por las mayorías.
Los suicidios y los
matrimonios destruidos son por falta de educación en la sensibilidad, urge que nos
sintamos orgullosos de pertenecer a una élite educada, donde el refinamiento y la
integridad estén por encima de las cosas.
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