martes, 8 de agosto de 2017


Un nuevo “elitismo”.
Antonieta B. de De Hoyos                        agosto 12/17
Siempre me ha llamado la atención la palabra élite, porque desde adolescente la leo en las crónicas de sociales que aparecen en periódicos y revistas, donde presentan gente bien vestida en celebraciones fastuosas, por lo general se trata de gente adinerada. Pero lo que ahora me ocupa, son los estresantes cambios que la sociedad ha venido sufriendo en las últimas décadas del siglo pasado y lo que llevamos del milenio, esta nueva forma de ser  fue la que despertó mi curiosidad.   
Al buscar la definición de elitismo encontré dos conceptos. El clasismo que es el prejuicio y la discriminación, basada en formar parte o no, de cierta clase social que se considera  mejor, siendo los mismos miembros los que se autoclasifican en alta, media, y baja. El otro es el racismo en él, la diferencia está en la raza y no en la posición socioeconómica del individuo o grupo social. La problemática se presenta cuando se juntan y producen sentimientos discriminatorios “clasistas y racistas”.
Fue precisamente por la situación que vive nuestra sociedad, que llegué a la conclusión de que aún y cuando suene muy fuerte, debemos regresar obligados por las circunstancias a marcar cierta distancia entre los ciudadanos, pero no por la posición social ni por la raza, sino por su falta de educación y poco deseo de aprender; por su total ignorancia hacia las normas morales, éticas, reglas de urbanidad y principios religiosos, que no recibieron oportunamente en sus primeros años dentro del hogar.  
Esta vez no importa de dónde vienes y si eres rico o pobre, sino de compartir valores y virtudes para vivir en armonía. No creo que sea una grosería, pero los abuelos decían que la educación se mama, o lo que es lo mismo se infunde desde el momento de nacer hasta poco después de la  adolescencia, tiempo en el que se convive en familia imitando la forma en que se conducen padres, abuelos y demás parentela.  
Hoy sales a la  calle a pie o en automóvil y escuchas groserías, ves señas obscenas, piropos indecentes, y si entras a un comercio, la gente se llama a  gritos, se ríen a carcajadas en los restaurantes, no saben usar los cubiertos, en el cine es el  caos, hablan por celular, ponen los pies sobre la butaca de enfrente, comen y dejan alimentos  regados en el piso, los niños corretean en esos pasillos y hasta en los del templo.
Algo que me parece bestial, es hundir la cara del festejado en el pastel. De la moda en el vestir ni hablemos, otro detalle es el que las mujeres se descalzan para seguir bailando en un evento. La falta de respeto y la violencia hacia nuestros semejantes va en aumento, decir gracias, con permiso, usted disculpe, se ha olvidado, servir al prójimo  pasó a la historia, y lo peor es que esta conducta está  siendo adoptada por las mayorías.   

Los suicidios y los matrimonios destruidos son por falta de educación en la sensibilidad, urge que nos sintamos orgullosos de pertenecer a una élite educada, donde el refinamiento y la integridad estén por encima de las cosas.

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