miércoles, 17 de octubre de 2018


¡Vida nada me  debes!
Dicen los que saben que el secreto de vivir bien,  está en saber tomar a tiempo buenas y sabias decisiones, que es el arte de reconocer que la decisión que tomas hoy determinará tu mañana.
Por eso es muy importante visualizar desde muy jóvenes el futuro y aunque parezca cosa de juego, es necesario que los padres platiquen con sus peques sobre lo que les gustaría ser de grandes con ejemplos muy claros pero sin olvidar fomentarles primero, que todo trabajo honrado siempre les conducirá a la vida buena.
 Las educadoras en los jardines de niños muestran a sus alumnos a través de láminas de colores, los oficios y profesiones más comunes que realizan las personas adultas; policía, soldado, bombero, médico, enfermera, ingeniero, abogado, maestro, etc.  
Desafortunadamente muchos de estos niños crecen sin ninguna motivación, no saben para donde van, son indiferentes al camino que pudiera tomar su vida, todo les da igual aunque al final no les guste lo que encuentran.
Lo cierto es que el mañana o el futuro dependerá siempre de la decisión que tomemos en el presente, debemos grabar en nuestra mente que las personas exitosas tomaron decisiones claras y definitivas, porque la indecisión significa fracaso.  
Lástima que el temor a fracasar nos lleve a permitir en varias ocasiones que otros sean los que decidan, por creer que de esa manera mi fracaso fue por culpa de ellos. De ahí que muchas personas culpen a los padres, al conyugue, a los hijos, a los amigos que les aconsejan de lo acontecido.  
Estamos convencidos de que la vida es hermosa y que es el esfuerzo personal lo que corona el éxito, por eso que en cada amanecer al abrir los ojos empezamos a  decidir, “me levanto o no, voy o no voy, lo hago o no lo hago, llego a tiempo o llego tarde, o no llego” y  así hasta el anochecer cuando decidimos acostarnos y descansar. Es en esas benditas horas del día cuando ejercemos nuestro libre albedrio y con suma sensatez evaluamos los resultados, ahí nos felicitamos por el acierto o  aprendemos del error. 
Nada ni nadie determina nuestro éxito o fracaso, la felicidad o la infelicidad; porque cada uno es el responsable de su destino. Es cierto que algunas decisiones traen penas, dolor, angustia, ansiedad, preocupación, estrés, pero también hay otras positivas que dejan satisfacciones, ilusiones y a veces hasta riqueza. De todas maneras dentro de ese espacio de incertidumbre, siempre encontramos las oportunidades que pueden convertirnos en triunfadores.
Al tomar una  decisión no nos detengamos a ver qué es lo que la vida nos ofrece,  mejor vayamos con alegría en busca de la vida que queremos, visualicemos el futuro y por supuesto también las consecuencias.
Vayamos despacio, con cautela, atentos a escuchar  a nuestra conciencia y a usar atinadamente nuestra inteligencia, porque la vida nada nos debe, ella tan solo se limita a transportarnos en este diario bregar.    
Antonieta B. de De Hoyos             10/17  /18

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