El agotamiento
emocional.
Este tercer milenio nos
trajo una sociedad bastante difícil de controlar, porque a diario por los
diferentes medios, recibimos demasiada información y desinformación que satura
nuestra mente y nos agota sin darnos cuenta.
De manera inesperada nos
enteramos que: una relación de pareja estable se desintegra, que los amados hijos
deciden irse del hogar, que el futuro de miles de niñas se trunca frente a un prematuro
embarazo, la forma en que las diferentes inclinaciones sexuales tratan de
imponerse, los “ninis”, la raquítica economía, la promoción al aborto, el aumento
en el uso de drogas, las enfermedades, todo, todo, todo, nos aleja de Dios.
Por eso es que aparentemente
sin ningún motivo, una mañana nos sentimos agotados y sin ganas de abrir los
ojos. Llegan las temidas noches de insomnio, por tener la cabeza llena de
problemas sin resolver.
Después de varios días
comienza a incomodar la pérdida del
autocontrol, el mal humor se torna constante, la intolerancia va en aumento. Pronto
empezamos a hacer las actividades diarias de forma mecánica, por obligación, ya
no hay entusiasmo, ni interés en ellas. Las muestras de afecto se enfrían, ya
no sentimos nada por nadie.
Esta excesiva información
da lugar a fallas en la memoria, las cosas más simples empiezan a olvidarse, la
mente se confunde, lo que antes se hacía con rapidez ahora toma más tiempo.
La culpa es de la sobrecarga de esfuerzo, no se trata de responsabilidades
laborales sino del involucramiento en conflictos emocionales, el organismo se
satura, no soporta y se desploma.
Este cansancio mental
aunado a una gran fatiga física, acarrea una sensación de pesadez que impide
avanzar, problemática que se presenta cuando hay un gran desbalance entre lo
que se da en el servicio a los demás y lo que se recibe, es realizar tareas ajenas que se deben
cumplir a como dé lugar y con enormes sacrificios.
La persona agotada se
olvida de sí misma y para colmo, recibe poco o nada de afecto o consideración. Todos
esperan que “rinda” siempre, como si no tuviera vida propia y debiera aguantarse.
Lo recomendable es
descansar, obligarnos a encontrar tiempo libre para relajarnos y estar
tranquilos, tomar vacaciones cortas, hacer un espacio a lo que más nos guste,
pasear, ir al cine, platicar con amigos, tejer, leer, escuchar música, ir a
misa, pero sobre todo ¡Descartar por completo la obsesión de perfección o
cumplimiento!
Necesitamos aprender a
querernos para que los demás nos quieran, retomar ese invaluable espacio de silencio,
de paz y meditación, estar a solas, respirar, reconectarnos con lo que somos y
lo que deseamos, de lo contrario tarde o temprano la vida nos pasará la factura
y quizás sea demasiado cara.
Antonieta B. de De
Hoyos 10/3/18
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