miércoles, 1 de agosto de 2018


Tradición Croata.
Ya era noche, empezaba a ganarme el sueño, razón por la que decidí retirarme de mi computadora y encaminarme a mí recamara, pero de manera inesperada sentí una gran curiosidad por ver mi correo electrónico, hacía varios días que no lo revisaba.
Casi en automático empecé a borrar todo lo que no me interesaba y aunque en realidad son pocos mis contactos, de vez en cuando me llegan mensajes muy interesantes como  el de ahora.  Se titula “Tradición Croata”, nación que se volvió famosa en los recientes juegos del mundial en Rusia, al obtener el segundo lugar.
Decía así: el pueblo de Siroki-Brijeg en Herzegovina, se distingue porque nadie recuerda un divorcio entre sus 13,000 habitantes y ninguna familia desintegrada. La fe católica de los croatas es inmensa y la conservan a pesar de haber soportado persecución, a causa de ella por varios siglos a manos de los turcos y después por los comunistas. La fe de este pueblo, está fuertemente arraigada en el conocimiento del poder salvador de la cruz de Jesucristo.
En Herzegovina, la Cruz representa el amor más grande y el crucifijo es el tesoro de la casa. Cuando una pareja se presenta para casarse, el sacerdote les dice: "Has encontrado tu cruz y es una cruz para amarla, para llevarla contigo, una cruz que no se tira sino que se atesora”.
El día de su boda llevan el crucifijo con ellos y el sacerdote lo bendice, al momento de intercambiar sus votos la novia pone su mano derecha sobre el crucifijo y el novio pone su mano sobre la de ella, de manera que las dos manos están unidas a la cruz. El sacerdote cubre las manos de ellos con su estola mientras proclaman sus promesas de ser fieles el uno al otro, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, hasta la muerte.
Acto seguido los novios no se besan en la boca como se acostumbra aquí, sino que ambos besan la cruz, los fieles que contemplan el rito comprenden que si uno de los dos abandona al otro, abandona a Cristo en la Cruz.
El crucifijo lo ponen en un lugar de honor en el hogar, ese será para siempre el lugar de oración familiar. En tiempo de dificultad no van al abogado ni al psiquiatra, sino que van juntos ante la cruz, en busca de la ayuda de Jesús, se arrodillan y abren sus corazones pidiendo perdón al Señor, tal vez lloran, pero siempre juntos como pareja.
A los hijos se les enseña a besar la cruz cada día y a no irse a dormir sin dar gracias primero a Jesús, saben que ÉL los sostiene en sus brazos y que no tienen nada que temer.
Esta lectura me llegó al alma, tuve que aceptar que en nuestro continente no tenemos esa fe tan arraigada, por eso los divorcios y abandonos abundan, seguramente no hemos sabido inculcar con el ejemplo. Hace más de veinte años regalé un crucifijo y éste aún permanece en su caja.
Antonieta B. de De Hoyos                          agosto /1/ 18.  

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