miércoles, 8 de agosto de 2018


¿BAILAMOS…?
Cuando se acostumbra bailar, los huesos se conservan fuertes sobre todo en la etapa de la menopausia, porque es un ejercicio que lubrica las articulaciones y evita el desgaste de los cartílagos. Bailar es una de las actividades de mayor placer para los seres humanos, desde tiempos remotos hasta la actualidad.   
No es indispensable ser un bailarín profesional para que la música contagie su alegría e invite a moverse y lo mejor, es que puede hacerse solo, en pareja o en grupo. 
Hoy  el baile es considerado como una disciplina deportiva, porque ayuda a mantenerse en forma tanto física como mental. Además es una terapia que contrarresta los trastornos que afectan al organismo y a las emociones.
Con la repetición de movimientos como en la salsa o la cumbia se tonifican las piernas, en el flamenco los muslos, glúteos y brazos.
Al bailar se estimula la circulación sanguínea y la presión arterial se estabiliza,  los niveles de colesterol bajan y el corazón se protege. Mientras más rápido y alegre sea el ritmo se queman más calorías, el cuerpo se adelgaza, la memoria se activa y por si fuera poco el riesgo del alzhéimer se aleja.
La depresión, el estrés y la ansiedad que tanto afectan la calidad de vida se reducen, porque bailar estimula la segregación de serotonina y endorfinas, conocidas como las hormonas de la felicidad.
El baile permite expresar emociones, conecta el alma con el cuerpo, eleva la autoestima y da también la confianza suficiente para hacer otras actividades sociales. Aprender a bailar o enseñar a bailar, brinda una gran satisfacción.
Se recomienda que antes de cada sesión, se realicen unos diez minutos de ejercicios de calentamiento y estiramiento. La flexibilidad, la agilidad y la coordinación motriz que se adquiere con estos movimientos rítmicos son básicos, ya que son habilidades benéficas a la salud en general, pero de manera especial cuando la persona tiene probabilidades de desarrollar la enfermedad de Parkinson o Artritis.
Cuando se disfruta del baile la edad es lo que menos interesa, porque el organismo se llena de energía positiva, aunque si soy franca, puedo asegurar que a veces esta música se goza con mayor intensidad en la etapa de adulto mayor. Contemplar a un anciano (a) bailando en la pista es formidable, revitaliza a los espectadores.
No dejemos pasar más tiempo y comencemos a bailar en la cocina, en la  sala, en la recámara, invitemos a las vecinas a las amigas íntimas a disfrutar de unas bonitas tardeadas de baile, en lugar de paralizarnos frente a una mesa llena de barajas o de deliciosa merienda sube kilos.  
¿Qué tal si nos divertimos, convivimos, aprendemos y ejercitamos? Casi puedo escuchar las carcajadas al bailar un cadencioso mambo, un arrebatado twist o rock, una agotadora salsa, ¡todo se vale! Dicen que al bailar se crean sueños. Yo pienso que después del baile, la vida retoma el verdadero gozo de antaño.  
Antonieta B. de De Hoyos.                             8/8 / 18.

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