lunes, 21 de mayo de 2018


No temas a las amenazas.     
Hace unos días leí un artículo que me cautivó, se trata de una magnifica recomendación avalada por las abuelas que dice: “No busques la manera de agradar a otros, lo más importante para el ser humano ha sido y será siempre, agradar a Dios convencidos de que lo mejor llega por añadidura”. En él se invita a seguir luchando contra la adversidad que lastima física y moralmente, a no desfallecer en la lucha por inútil que parezca cualquier esfuerzo.
La modernidad ha colocado a las personas en un escaparate de complacencias, hoy, las honestas que se distinguían por decir la verdad, ya no son bien vistas, ahora los que alcanzan el éxito deben evitar ser sinceros, porque han aprendido que para ser aceptados, tienen que practicar la hipocresía que les permita quedar bien con todos.
Es imposible agradar siempre, y cualquiera que lleve una vida pública o al servicio incondicional de la familia, sabe que esos afectos son inconstantes, que se puede ser muy popular y aceptado un día y al siguiente desaparecer de las preferencias.
Nuestra existencia se complica cuando cargamos con problemas y responsabilidades ajenas, a pesar de estar conscientes de que lo mejor que puede pasarnos, es que con el paso de los años logremos con no pocos sacrificios, terminar nuestras propias tareas.
Por supuesto que no es posible agradar a todos en todo momento, pero sí podemos agradarnos a nosotros mismos en el aspecto humano, ya en el plano espiritual nuestra meta debe ser agradar a Dios.
Cuando nos extralimitamos complaciendo a los demás nos llega la desesperación, y fue precisamente ésta última palabra la que me hizo recordar, a todas aquellas personas que me han confiado lo doloroso que les resulta, perder la tranquilidad y a veces hasta el sueño por condescender.
Ya en confianza me describen la forma en que han tenido que disimular tras una sonrisa y una resignada entrega, sus problemas de salud, su gusto por alguna manualidad, sus ganas de salir a pasear, a divertirse, a descansar o realizar alguno de sus sueños.
Hombres y mujeres le tememos a los pronósticos ancestrales, nos atemoriza escuchar la consabida amenaza cuando nos negamos a complacer…, “se van a quedar solos y abandonados”.
Vivamos la madurez con dignidad y la tercera edad y vejez a plenitud, oremos pues solo Él sabe lo que nos tiene deparado para el final, a lo mejor llegado el momento alguien bondadoso nos atienda. Con mucha fe vivamos cada día, es la única forma de que ni estando en una isla desierta o en un fuerte quebranto de salud, nos sintamos desamparados.   
Antonieta B. de De Hoyos                             5/23/18

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