No
temas a las amenazas.
Hace unos días leí un
artículo que me cautivó, se trata de una magnifica recomendación avalada por
las abuelas que dice: “No busques la manera de agradar a otros, lo más
importante para el ser humano ha sido y será siempre, agradar a Dios convencidos
de que lo mejor llega por añadidura”. En él se invita a seguir luchando contra la
adversidad que lastima física y moralmente, a no desfallecer en la lucha por
inútil que parezca cualquier esfuerzo.
La modernidad ha
colocado a las personas en un escaparate de complacencias, hoy, las honestas que
se distinguían por decir la verdad, ya no son bien vistas, ahora los que
alcanzan el éxito deben evitar ser sinceros, porque han aprendido que para ser aceptados,
tienen que practicar la hipocresía que les permita quedar bien con todos.
Es imposible agradar siempre,
y cualquiera que lleve una vida pública o al servicio incondicional de la
familia, sabe que esos afectos son inconstantes, que se puede ser muy popular y
aceptado un día y al siguiente desaparecer de las preferencias.
Nuestra existencia se
complica cuando cargamos con problemas y responsabilidades ajenas, a pesar de estar
conscientes de que lo mejor que puede pasarnos, es que con el paso de los años logremos
con no pocos sacrificios, terminar nuestras propias tareas.
Por supuesto que no es
posible agradar a todos en todo momento, pero sí podemos agradarnos a nosotros
mismos en el aspecto humano, ya en el plano espiritual nuestra meta debe ser agradar
a Dios.
Cuando nos extralimitamos
complaciendo a los demás nos llega la desesperación, y fue precisamente ésta última
palabra la que me hizo recordar, a todas aquellas personas que me han confiado lo
doloroso que les resulta, perder la tranquilidad y a veces hasta el sueño por condescender.
Ya en confianza me
describen la forma en que han tenido que disimular tras una sonrisa y una
resignada entrega, sus problemas de salud, su gusto por alguna manualidad, sus
ganas de salir a pasear, a divertirse, a descansar o realizar alguno de sus sueños.
Hombres y mujeres le
tememos a los pronósticos ancestrales, nos atemoriza escuchar la consabida
amenaza cuando nos negamos a complacer…, “se van a quedar solos y abandonados”.
Vivamos la madurez con
dignidad y la tercera edad y vejez a plenitud, oremos pues solo Él sabe lo que nos
tiene deparado para el final, a lo mejor llegado el momento alguien bondadoso
nos atienda. Con mucha fe vivamos cada día, es la única forma de que ni estando
en una isla desierta o en un fuerte quebranto de salud, nos sintamos
desamparados.
Antonieta B. de De
Hoyos 5/23/18
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