martes, 6 de febrero de 2018


Nos convertimos en una sociedad “voyerista”.
Por Antonieta B. de De Hoyos.                                  1/10/18
   Primero es necesario saber lo que significa voyerismo, este es un vocablo francés, voyeur que se deriva del verbo voir (ver) con el sufijo -eur- y significa “el que ve”, en pocas palabras es el clásico mirón y entrometido, conducta inaceptable desde varios siglos atrás por nuestros antepasados, personas educadas con refinamiento sin importar su estrato social.
   Muchas de las chicas de mi generación, seguramente recuerdan las indicaciones de mamá, “no te asomes a ninguna ventana, ni mires por hendiduras o puertas semi-abiertas al transitar por la calle; no escuches detrás de la puerta ni mires por la cerradura” eran conductas estrictamente prohibidas. Pero, desde que se iniciaron las novelas en la  televisión esta cualidad fue en declive. Se volvió común el “voyerismo del telespectador” se despertó el placer por estar frente a imágenes o acontecimientos, relacionados con la intimidad de las personas o su desnudo, esto puede definirse a sí mismo como alguien que goza siendo testigo del sufrimiento o desgracia de otros.
   Antes, había que leer un libro para introducirse en la intimidad de los personajes que creaba el escritor, ahora los chismes del espectáculo cada tarde-noche traen hasta nuestra casa, los sentimientos más íntimos de cientos  de desconocidos que buscan sus cinco minutos de fama, al desnudar su alma.
   Lo cierto es que en la actualidad la gente ya no ve televisión, ahora son las redes sociales las que acaparan su atención, donde en pocos minutos se propagan videos que desprestigian a mujeres, políticos, deportistas, cantantes, e inclusive a la realeza.
   Los productores, continúan en la lucha por conseguir adeptos, por eso se han ido a los extremos, ya no son historias imaginadas por escritores, ahora fabrican series en las que los protagonistas sin importar rango, dejan al descubierto episodios de consumo de drogas y prostitución, que tuvieron que superar para alcanzar el éxito.
   En esas series, el morbo va en aumento, ahora es la vida real, con fechas y lugares. El voyerista actual esta sediento de sangre, lágrimas, inmoralidades; quiere gozar hasta el delirio los errores de otros, quizás para compararse y presumir que  él no se ha portado tan mal. Las escenas de sexo, son cada vez más explicitas a la par que los asesinatos, las traiciones, las venganzas, las infidelidades y demás acciones deplorables. Ya nada queda a la imaginación, porque el negocio es mostrar para que el espectador caiga en la trampa.
   Ahora algunos manifiestan sus inclinaciones o conductas incorrectas en las calles, y los medios se apresuran a trasmitirlas para engrandecer el morbo. Recuerdo aquel proverbio que decía, “Que nadie sepa lo que eres, lo que tienes, ni lo que sabes” imagino que para no ser víctima de escarnio. El respeto a la intimidad, a la vida privada, debe llevarnos a retomar la sana costumbre de guardar hasta la tumba, los secretos personales.

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