jueves, 15 de febrero de 2018


Esta cuaresma ¿qué podemos hacer?
Por Antonieta B. de De hoyos                                      Feb. /17/18
   Nos inquieta la sociedad en la que hoy vivimos, porque somos testigos de la cantidad de acciones incorrectas que muchas personas están realizando, a veces son tan crudas estas escenas que parecen salidas de una novela de ficción. Es allí, cuando las circunstancias nos obligan a vivir lo amargo de la verdad, que buscamos desesperados el paliativo que nos ofrece la época cuaresmal, con el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
   Y aunque acostumbro orar en mi casa y en el templo en la misa dominical, fue hasta hoy cuando leí el mensaje del Papa Francisco, que comprendí su magnitud. Es verdad que oramos con mayor vehemencia durante los días y las noches de cuaresma, y es esa humilde actitud, la que abre nuestro corazón y nos permite ver con claridad, las mentiras con las que nos engañamos para justificar nuestro exceso en los placeres mundanos y el dejar de manera consciente para el final, el consuelo en Dios.
   Dar limosna, disminuye la ambición y ayuda a descubrir, que el otro es mi hermano y que nunca lo que tenga, es sólo mío. La caridad, debe ser el estilo de vida que debemos practicar, incluso en nuestras relaciones cotidianas. Ante cada hermano que nos pide ayuda, tenemos que pensar que es una llamada de Dios para que seamos parte activa en su divina providencia, y si él hoy se sirve de mí, seguramente mañana me proveerá en mis necesidades.
   Cuando acostumbramos el ayuno, la violencia se debilita, quedamos listos para sentir en carne propia las necesidades de otros; además nuestro espíritu, se prepara para apreciar como nunca la bondad divina. Ayunar nos despierta, nos hace estar más dispuestos a servir y a obedecer con fidelidad a Dios.
   Ojalá que estos días de reflexión y recogimiento, muevan a la gente de buena voluntad a escuchar la voz de Dios. Desafortunadamente el sentido de humanidad se va perdiendo, la perversidad y la frialdad van en aumento, los corazones se paralizan y las buenas obras escasean. Llegó la hora de unirnos, para invocar juntos a Dios y mostrarnos como verdaderos adultos reconciliados con su fe.
   La semana pasada, durante la misa colaboré en la colecta, cada uno depositó lo que podía con alegría, hasta que llegué a una banca donde tres mujeres maduras, al pasar la canastilla me hicieron la seña de que no iban a dar.
   ¿Será posible que su sensibilidad femenina se haya adormecido, al grado de que no sientan en su corazón el deseo de dar? Dicen por ahí, “Has el bien sin saber a quién” en este caso, nuestra limosna. Aprovechemos la cuaresma para cambiar conductas, es la única manera de que en las familias y la sociedad, retornen la armonía.


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