martes, 9 de enero de 2018

La bendición de una sonrisa.                  Por Antonieta B. de De Hoyos 1/ 13/ 18
   Durante los meses de noviembre y diciembre, me dediqué a tejer bufandas para toda la familia y algunas amistades muy queridas. Por supuesto que no quedaron  perfectas, lo que permite notar la diferencia entre las artesanales (hechas a mano), y las fabricadas en grandes maquinarias, que se venden por mayoreo a bajos precios en los comercios.
   Fueron más de veinte, entre tejidas y destejidas se me fueron los días, pero siempre pensando en lo calientitas y bonitas que se verían en los cuellos de las personas que amo. Tejía día y noche. Recuerdo las veces que tuve que  destejer al encontrar una puntada equivocada y lo más triste, tener que enrollar de nueva cuenta el estambre para recomenzar.
   Por mantenerme siempre ocupada, no tuve tiempo para salir a comprar lo innecesario, fueron escasas tres ocasiones y solo para conseguir lo referente a la cena de Nochebuena y de fin de año. Me di cuenta de que no necesitaba nada, los adornos de la casa los fui sacando del armario y los coloqué nuevamente en el lugar acostumbrado, lo más bello fue mi portal de Belén, el que quedó hermosamente iluminado con luces transparentes; las bufandas las envolví en papel navideño, y las adorné con lazos de estambre.
   Imposible evitar entristecerme por lo que acontecía en la ciudad, hubo pérdidas de seres  queridos y eso me inquietaba; oré, como nunca para que mi familia pudiera estar reunida, pero también para que Dios los protegiera en el regreso a casa. Las dos cenas fueron sencillas, no hubo lujo ni dispendio, fuimos felices, mi esposo agradeció a Dios el que hubiéramos permanecido unidos durante todo el año que termina y pidió, porque eso mismo ocurriera en el que estrenamos.
   Pero lo que más alegró mi navidad, fue el haber tenido la oportunidad de ayudar con pequeños donativos a diferentes personas, para que vivieran un poquito mejor las fiestas. Jamás olvidaré esa sonrisa llena de bendiciones, ni la inmensa alegría que sentí dentro de mí, al hacerlo.
   ¡Listos para emprender el vuelo; para proteger el nido de nuestros hijos; para comprender y amar a la pareja; para distinguir lo bueno de lo malo y tomar decisiones acertadas!
   Ojalá, que el más importante de los propósitos sea: restaurar nuestra vida espiritual, retomar y fortalecer los valores y las virtudes que descartamos. Urge convencer con el ejemplo a los menores, especialmente a las hijas. Nos sorprende que los divorcios vayan en aumento y, ¿ya saben por qué? Pues por descuidar en el hogar, la educación en las virtudes que nos acercan a Dios y a la vida buena.
   Quién vive el amor, el agradecimiento, sirve a sus semejantes, practica la bondad, es paciente, tolerante y perdona; no olvida su responsabilidad al contraer un compromiso.

Este año comprometámonos con Dios y esforcémonos por no fallarle. 

No hay comentarios: