Hablemos con la verdad.
Por Antonieta B. de De
Hoyos sept 10/ 16
Gran polémica han despertado las innumerables marchas que proclaman la
conservación de la familia y el matrimonio. Y aunque mucha gente se opone a
estas manifestaciones ciudadanas, el calendario y las calles se ven saturadas
de ellas.
Fue precisamente por esta intensa campaña desarrollada en pro de la
familia, que pensé que antes de unirse a esta marcha, la persona debe hacer un
profundo examen de conciencia,
-imaginar, si puede- , que está frente a Cristo y Él le pregunta por la
forma en que ha manejado las dificultades que se presentan en la familia, ¿qué
le respondería?
Gracias a Dios, una gran mayoría sabemos de la enorme responsabilidad
que significa comprometerse en matrimonio, juramento que en la actualidad no se
toma en cuenta, por lo que pasado el enamoramiento se separan, sin importar el
sufrimiento que provocan en el corazón de los niños, cuando uno de los dos se
va.
Urge detener el paso y meditar, sobre esas familias que permanecen
unidas por corto tiempo, cuya educación moral y religiosa es deficiente y su
amor endeble. México ocupa el primer lugar en tráfico infantil, abuso sexual
infantil, pornografía infantil, secuestros infantiles, obesidad infantil,
embarazos en adolescentes.
Las redes sociales y el internet no educan: entretienen, hacen que los
chicos (as) pierdan en tonterías su mejor tiempo para prepararse emocional,
física, mental y espiritual. Ignorancia con la que salen al mundo, listos para
delinquir. No estaría de más investigar cuantas jovencitas toman la píldora del
día siguiente, se han practicado un aborto, o traen en su monedero un
preservativo con la anuencia familiar.
Las personas en drogas que se suicidan, tienen familia; los adultos
alcohólicos que dilapidan su salario, tienen familia; las mujeres y hombres que
juegan a la infidelidad, tienen familia; los golpeadores y violadores, tienen
familia; los políticos corruptos, tienen familia; los ambiciosos que destruyen
el planeta, tienen familia; todas estas conductas equivocadas se desarrollan
dentro de la familia.
Si queremos que la familia prevalezca no debemos limitarnos a realizar
marchas, necesitamos rectificar, retomar los valores éticos, religiosos y la
vida honorable de nuestros antepasados. Tenemos que ser el mejor ejemplo para
los hijos, así cueste el mayor de los sacrificios y corregir al máximo esos
miles de errores que por orgullo, cometemos diariamente en familia.
No confundamos. Vivir juntos y felices no significa ser familia. Vivir
en familia es emprender unidos una lucha firme contra el mal que acecha, es proteger,
respetar, aceptar, tolerar, perdonar, aconsejar, guiar por el buen camino, mostrar la presencia de
Dios. Es estar en constante aprendizaje para enseñar al que no sabe, cómo
debe de vivir.
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