jueves, 8 de septiembre de 2016

Hablemos con la verdad.
Por  Antonieta B. de De Hoyos                        sept 10/ 16
Gran polémica han despertado las innumerables marchas que proclaman la conservación de la familia y el matrimonio. Y aunque mucha gente se opone a estas manifestaciones ciudadanas, el calendario y las calles se ven saturadas de ellas.
Fue precisamente por esta intensa campaña desarrollada en pro de la familia, que pensé que antes de unirse a esta marcha, la persona debe hacer un profundo examen de conciencia,  -imaginar, si puede- , que está frente a Cristo y Él le pregunta por la forma en que ha manejado las dificultades que se presentan en la familia, ¿qué le respondería?  
Gracias a Dios, una gran mayoría sabemos de la enorme responsabilidad que significa comprometerse en matrimonio, juramento que en la actualidad no se toma en cuenta, por lo que pasado el enamoramiento se separan, sin importar el sufrimiento que provocan en el corazón de los niños, cuando uno de los dos se va. 
Urge detener el paso y meditar, sobre esas familias que permanecen unidas por corto tiempo, cuya educación moral y religiosa es deficiente y su amor endeble. México ocupa el primer lugar en tráfico infantil, abuso sexual infantil, pornografía infantil, secuestros infantiles, obesidad infantil, embarazos en adolescentes.
Las redes sociales y el internet no educan: entretienen, hacen que los chicos (as) pierdan en tonterías su mejor tiempo para prepararse emocional, física, mental y espiritual. Ignorancia con la que salen al mundo, listos para delinquir. No estaría de más investigar cuantas jovencitas toman la píldora del día siguiente, se han practicado un aborto, o traen en su monedero un preservativo con la anuencia familiar.
Las personas en drogas que se suicidan, tienen familia; los adultos alcohólicos que dilapidan su salario, tienen familia; las mujeres y hombres que juegan a la infidelidad, tienen familia; los golpeadores y violadores, tienen familia; los políticos corruptos, tienen familia; los ambiciosos que destruyen el planeta, tienen familia; todas estas conductas equivocadas se desarrollan dentro de la familia.
Si queremos que la familia prevalezca no debemos limitarnos a realizar marchas, necesitamos rectificar, retomar los valores éticos, religiosos y la vida honorable de nuestros antepasados. Tenemos que ser el mejor ejemplo para los hijos, así cueste el mayor de los sacrificios y corregir al máximo esos miles de errores que por orgullo, cometemos diariamente en familia.

No confundamos. Vivir juntos y felices no significa ser familia. Vivir en familia es emprender unidos una lucha firme contra el mal que acecha, es proteger, respetar, aceptar, tolerar, perdonar, aconsejar, guiar  por el buen camino, mostrar la presencia de Dios. Es estar en constante aprendizaje para enseñar al que no sabe, cómo debe de vivir.

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