jueves, 18 de agosto de 2016

Instruir es la clave
Antonieta B. de De Hoyos.                       Agosto 20/16
Todos los días nos enteramos de las atrocidades que las personas están cometiendo alrededor del mundo, conductas inaceptables a cualquier edad y en cualquier época. Basta encender unos minutos el televisor, el internet y sus redes sociales, para quedarnos asombrados de lo que alguien hace, sin ningún remordimiento ni recato.
Se ha perdido la brújula, nadie encuentra el sentido a su vida, hoy se vive para sí mismo, el egoísmo está en la cúspide, primero yo y después yo, lo valores que antes se inculcaban poco a poco han ido desapareciendo en las mayorías.
En este descuido paterno, el derroche y la sensualidad son prioritarios, niños y adolescentes conviven en ambientes difíciles, en los que el auténtico amor no se conoce, crecen escuchando  frases como: “te quiero, te necesito, me haces falta”, en pocas palabras es un “mientras me sirvas”, y con ese frío concepto del amor llegan a la madurez y a la tercera edad.
Es triste reconocerlo, pero las nuevas generaciones no están siendo instruidas en el manejo correcto de sus emociones, por eso hieren con premeditación  y sin clemencia, a la vez que son heridos de la misma manera; experiencias dolorosas que les amargan la vida, llegando incluso a conducirlos a una trágica y prematura muerte.
Ahora, se toma como natural unirse en pareja por unas horas los fines de semana, a lo mejor por unos años pero nada más, porque les enseñaron que la felicidad está en lo que se recibe, no en lo mucho que se debe dar para lograr que el amor fructifique.
En estos momentos estoy escuchando un programa especial en la radio, es un espacio en el que las mujeres expresan su amor y desamor, todas describen momentos de pasión, pero ninguna habla del gozo que se vive sirviendo al ser amado, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad.
La mente del ser humano está confusa, los medios de comunicación carentes de ética profesional, difunden escenas de violencia sexual que nadie debería ver, mensajes que despiertan los instintos a edades muy tempranas y a los adultos los incitan.
Nadie escapa a tanta provocación, hasta los muy adultos buscan ansiosos la pastilla mágica, para ejercer lo que ya no es indispensable. Los sentimientos andan a la deriva, los hijos crecen, obedeciendo a lo que desconocidos ordenan y piensan que el amor se limita a practicar el sexo.

“Instruye al niño en el camino que debe andar, y aun cuando fuere viejo, no se apartará  de él”, este sabio versículo bíblico nos obliga a reflexionar: ¿cómo instruyo a mis hijos en el camino del bien? ¿Es mi voz la que escuchan y es mi ejemplo el que siguen? 
Lo cierto es que solo poniendo nuestra confianza en Dios y en sus preceptos, podremos salir victoriosos como padres en esta innovadora y anárquica sociedad.

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