viernes, 15 de julio de 2016

La excelsitud de la Tercera Edad.
 Por Antonieta B. de De Hoyos.         Junio 25/16
Muchos poetas famosos han escrito bellos poemas o pensamientos relacionados con la tercera edad, obviamente por que se encuentran dentro de ella. Algunos afirman que es la mejor etapa de la vida, porque ya han quedado atrás los apuros por conseguir el sustento de la familia y el desvelo por ofrecer a los hijos una educación de calidad, que les augure un futuro exitoso.
El nido ha quedado vacío, cada uno de los miembros de la familia ha tomado su rumbo, el  resto del tiempo, si Dios lo dispone, se vivirá en pareja. Lo bueno es que ahora ya se puede disfrutar de viajes cortos, de salir a comer a un restaurante, visitar parientes y amistades, ir al cine, levantarse tarde después detrasnochar con una buena película o con la lectura de un ameno libro. Los ahorradores que desde los primeros años supieron administrar sus gastos, lograron una economía envidiable que hoy les permite darse el lujo de cambiar su residencia a una playa, a una cabaña en las montañas o, a un lugar donde el clima y el paisaje les ofrezcan la tranquilidad deseada.
Lo cierto es que la mayoría de las personas de la tercera edad, son muy felices porque en todas sus tareas pusieron su mayor empeño y siguen siendo responsables, al no malgastar su tiempo ni su energía en diversiones insulsas o relaciones que les amarguen el rato. Por lo regular están contentos y aceptan con dignidad su edad: el pelo que  encanece y se arrala, la piel que se arruga, los huesos que duelen y las rodillas que crujen al menor intento, han pasado a segundo plano.
Llegó la hora de hacer esa actividad que tanto se anhelaba: pintar cuadros o paredes, escribir poemas, leer novelas de misterio, sembrar y cuidar plantas en el jardín, consentir a una mascota, pasear  por el parque, ver eventos deportivos en la  tele, etc. Gracias a Dios las exigentes rutinas de  antaño ya no existen, solo los horarios en la alimentación y en los medicamentos, si se respetan.
Pero dentro de todas estas comodidades hay algo relevante. Hoy en la bendita tercera edad se tiene tiempo, más que suficiente para orar, para pedir por la salud de los que aman, por los enfermos y desamparados en el mundo; éste es un espacio en donde el adulto se vuelve contemplativo, si antes no sabía ni como persignarse, ahora su comunicación con el Altísimo es constante y amorosa, mas no por temor a lo desconocido sino por el gozo infinito de contar con Él. 
Vivir es la mejor escuela, en ella se aprende lo bueno y lo malo y es en estas experiencias, cuando el adulto mayor obtiene su sabiduría, conocimientos invaluables que solo posee aquel que ha tenido el privilegio divino de envejecer. Quien intenta conservarse joven a costa de lo que sea, rechaza el hermoso trofeo que Dios otorga únicamente, a los que han sabido superar miles de batallas y salir airosos.

En la juventud presumimos de amar, pero solo hasta que se envejece en compañía se conoce lo que es un amor bendecido

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