Escuchar misa conduce a
la vida buena.
Por una causa o por
otra, siempre se encuentra el pretexto perfecto para no asistir a misa y dejar
por ello de inculcar, esta importante tradición en el hogar. Alejamiento que
permite a muchos enjuiciar el desafortunado descrédito, por el que atraviesan
iglesia y sacerdotes y que aprovechan para incumplir con la obligación de
evangelizar.
Se justifican diciendo
que no tienen tiempo, que la iglesia ya no les convence, que solo creen en Dios. Cualquier excusa es
buena para no ir.
Eso sí, cuando se trata de
un bautizo, una primera comunión, una quinceañera, una boda; seleccionan
el mejor atuendo, van al salón de
belleza, a la peluquería, hasta se
gastan un dinero que no tienen o, que han ahorrado con sacrificios.
Da pena,
pero los que asistimos con regularidad a estos actos religiosos, reconocemos de
inmediato a los improvisados por su nerviosismo al intentar seguir la
liturgia.
La sociedad esta
consternada, los hechos violentos van en aumento, se han vuelto común los
abusos infantiles, riñas entre mujeres, secuestros, asesinatos, conductores borrachos
que incapacitan o matan, robos en casas y negocios, jóvenes drogados o
vendiendo droga, gente y autoridades involucrados en la corrupción.
Estamos dentro de un
círculo vicioso. “Para que voy a misa si me va mal, y si me va mal para que voy
a misa”. En esa absurda negación, se piensa de manera equivocada que Dios abandona,
no perciben su bondad.
Alrededor del mundo la
fe se ha debilitado, jóvenes y adultos están desalentados y una de las causas,
es la permisividad de los gobiernos para que en todos los medios de
comunicación, se promuevan vicios y bajezas como sinónimo de placer. Hasta que
la sociedad despierte y detenga esta perversidad que destruye la mente,
volveremos a Dios.
En décadas pasadas los
adultos mayores inculcaron principios religiosos en los hijos, estos en la
vorágine de la modernidad los dejaron olvidados, ahora sus críos crecen en la
ignorancia, no saben ni persignarse, miran los Sacramentos como motivo de
jolgorio, pasada la euforia Dios se va y nadie lo añora.
De acuerdo a
investigaciones científicas, quienes van a misa al menos una vez a la semana tienen
menos riesgo de cometer un suicidio; que rezar en comunidad disminuye la violencia y el riesgo de contraer enfermedades como el
cáncer y alta presión, que se originan por los resentimientos que se guardan en
el corazón.
Realizar esta actividad en grupo de manera constante, protege mucho
más a la persona que vivir una espiritualidad en solitario.
La fe en Cristo
significa “práctica religiosa y salud
mental”. Católicos que asisten a la Eucaristía con convicción, fomentan en
los demás la esperanza en medio de crisis y de sufrimientos.
Unidos en oración
dentro de un templo, la paz de Dios volverá a los hogares y los hechos
violentos y de corrupción, obviamente disminuirán.
Antonieta B. de De
Hoyos
julio23/16
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