jueves, 21 de julio de 2016

Escuchar misa conduce a la vida buena.
Por una causa o por otra, siempre se encuentra el pretexto perfecto para no asistir a misa y dejar por ello de inculcar, esta importante tradición en el hogar. Alejamiento que permite a muchos enjuiciar el desafortunado descrédito, por el que atraviesan iglesia y sacerdotes y que aprovechan para incumplir con la obligación de evangelizar. 
Se justifican diciendo que no tienen tiempo, que la iglesia ya no les convence,  que solo creen en Dios. Cualquier excusa es buena para no ir. 
Eso sí, cuando se trata de  un bautizo, una primera comunión, una quinceañera, una boda; seleccionan el mejor atuendo, van al  salón de belleza, a la peluquería,  hasta se gastan un dinero que no tienen o, que han ahorrado con sacrificios. 
Da pena, pero los que asistimos con regularidad a estos actos religiosos, reconocemos de inmediato a los improvisados por su nerviosismo al intentar seguir la liturgia. 
La sociedad esta consternada, los hechos violentos van en aumento, se han vuelto común los abusos infantiles, riñas entre mujeres, secuestros, asesinatos, conductores borrachos que incapacitan o matan, robos en casas y negocios, jóvenes drogados o vendiendo droga, gente y autoridades involucrados en la corrupción.   
Estamos dentro de un círculo vicioso. “Para que voy a misa si me va mal, y si me va mal para que voy a misa”. En esa absurda negación, se piensa de manera equivocada que Dios abandona, no perciben su bondad.  
Alrededor del mundo la fe se ha debilitado, jóvenes y adultos están desalentados y una de las causas, es la permisividad de los gobiernos para que en todos los medios de comunicación, se promuevan vicios y bajezas como sinónimo de placer. Hasta que la sociedad despierte y detenga esta perversidad que destruye la mente, volveremos a Dios.    
En décadas pasadas los adultos mayores inculcaron principios religiosos en los hijos, estos en la vorágine de la modernidad los dejaron olvidados, ahora sus críos crecen en la ignorancia, no saben ni persignarse, miran los Sacramentos como motivo de jolgorio, pasada la euforia Dios se va y nadie lo añora.
De acuerdo a investigaciones científicas, quienes van a misa al menos una vez a la semana tienen menos riesgo de cometer un suicidio; que rezar en comunidad disminuye la violencia  y el riesgo de contraer enfermedades como el cáncer y alta presión, que se originan por los resentimientos que se guardan en el corazón. 
Realizar esta actividad en grupo de manera constante, protege mucho más a la persona que vivir una espiritualidad en solitario.
La fe en Cristo significa “práctica religiosa y salud mental”. Católicos que asisten a la Eucaristía con convicción, fomentan en los demás la esperanza en medio de crisis y de sufrimientos. 
Unidos en oración dentro de un templo, la paz de Dios volverá a los hogares y los hechos violentos y de corrupción, obviamente disminuirán.

Antonieta B. de De Hoyos                                            julio23/16

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