Como te
vistas y te comportes, te tratan.
Por
Antonieta B. de De Hoyos. Abril 9/16
La
sorprendente manera en que se están multiplicando los actos violentos contra
las mujeres, sin importar edad, profesión, ni nivel económico, hace imposible
que sigamos negándonos a la sabiduría popular y religiosa, que contienen
refranes y proverbios desde tiempos inmemoriales.
Hasta la mitad del siglo
próximo pasado en la mayoría de los hogares, desde los más humildes hasta los
más encumbrados, se esmeraban en educar dentro de las buenas costumbres a toda
la familia. Abuelas madres, tías, nanas, estaban pendientes del comportamiento
de los niños y adolescentes, inculcaban en ellos principios religiosos y reglas de cortesía con firmeza.
Tenían como tarea formar ciudadanos de primera, padres responsables, personas
respetuosas, trabajadoras; sabían que esta era la clave para que la sociedad
conservara su armonía.
Pero
algo cambio drásticamente y las buenas costumbres y principios fueron abolidos,
cada quien tenía derecho a decidir sobre su vida, llegaron los años sesentas en
los que floreció el amor y paz, la onda hippie, la marihuana y la controvertida
liberación femenina.
Dato curioso es que en la actualidad cuando se presenta un
caso de abuso contra la mujer, de inmediato se defiende su derecho a vivir como
le plazca, sin normas que la repriman,
con su propia forma de vestir y conducirse. Fue por ese arrebato contra lo
tradicional, que me acordé de una frase que siempre decía mi abuela y que en
consecuencia mi madre nos repetía hasta el cansancio, “Como te vistas y te comportes te tratan” y esto iba para todos, era la manera más sutil de decirnos
que cuidáramos nuestra apariencia, la higiene personal, nuestros modales,
haciendo énfasis en que el vestir con decoro imponía respeto.
Para hacer mofa
de sus exigencias les decíamos, que cuando nos presentábamos en oficinas,
consultorios o establecimientos, vestidos lo más decente posible, nos cobraban
lo doble pues según “el sapo era la pedrada”.
Lo malo
es que aquella metamorfosis social trajo más abusos femeninos de los ya
existentes, gracias a los medios de comunicación, la publicidad y el mundo del
espectáculo, que a través de telenovelas, películas, entrevistas a cantantes y actrices de conducta escandalosa,
las incentivaron.
Los varones aprovecharon la oferta, pero sin la sensibilidad
necesaria para distinguir entre una liberal y una conservadora; por eso ahora
donde sea que se relacionan con una mujer, en un antro, un restaurante, en el
cine o después de pasear, sugieren y a veces hasta exigen intimidad.
Recibir
una educación firme en valores no garantiza el no cometer errores, pero sirve
para retomar el camino y llegar al final con mayores aciertos.
El vestir
femenino deja mucho que decir, la elegancia de un escote o la minifalda pasó en
su exageración a la vulgaridad y a despertar instintos que sin educación no se
saben controlar.
De la sorpresa y la hilaridad, caímos en la total
indiferencia, ahora muchas se “desvisten” para salir de casa con la idea
errónea de ser admiradas, deseadas, envidiadas o de perdido notadas.
Solo una
recomendación, asegúrate de saber si lo que vas a provocar te agrada.
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