miércoles, 6 de abril de 2016

Como te vistas y te comportes, te tratan.
Por Antonieta B. de De Hoyos.     Abril 9/16
La sorprendente manera en que se están multiplicando los actos violentos contra las mujeres, sin importar edad, profesión, ni nivel económico, hace imposible que sigamos negándonos a la sabiduría popular y religiosa, que contienen refranes y proverbios desde tiempos inmemoriales. 
Hasta la mitad del siglo próximo pasado en la mayoría de los hogares, desde los más humildes hasta los más encumbrados, se esmeraban en educar dentro de las buenas costumbres a toda la familia. Abuelas madres, tías, nanas, estaban pendientes del comportamiento de los niños y adolescentes, inculcaban en ellos principios  religiosos y reglas de cortesía con firmeza. 
Tenían como tarea formar ciudadanos de primera, padres responsables, personas respetuosas, trabajadoras; sabían que esta era la clave para que la sociedad conservara su armonía.
Pero algo cambio drásticamente y las buenas costumbres y principios fueron abolidos, cada quien tenía derecho a decidir sobre su vida, llegaron los años sesentas en los que floreció el amor y paz, la onda hippie, la marihuana y la controvertida liberación femenina. 
Dato curioso es que en la actualidad cuando se presenta un caso de abuso contra la mujer, de inmediato se defiende su derecho a vivir como le plazca, sin normas que la  repriman, con su propia forma de vestir y conducirse. Fue por ese arrebato contra lo tradicional, que me acordé de una frase que siempre decía mi abuela y que en consecuencia mi madre nos repetía hasta el cansancio, “Como te vistas y te comportes te tratan” y esto iba para todos, era la manera más sutil de decirnos que cuidáramos nuestra apariencia, la higiene personal, nuestros modales, haciendo énfasis en que el vestir con decoro imponía respeto. 
Para hacer mofa de sus exigencias les decíamos, que cuando nos presentábamos en oficinas, consultorios o establecimientos, vestidos lo más decente posible, nos cobraban lo doble pues según “el sapo era la pedrada”.
Lo malo es que aquella metamorfosis social trajo más abusos femeninos de los ya existentes, gracias a los medios de comunicación, la publicidad y el mundo del espectáculo, que a través de telenovelas, películas, entrevistas a  cantantes y actrices de conducta escandalosa, las incentivaron. 
Los varones aprovecharon la oferta, pero sin la sensibilidad necesaria para distinguir entre una liberal y una conservadora; por eso ahora donde sea que se relacionan con una mujer, en un antro, un restaurante, en el cine o después de pasear, sugieren y a veces hasta exigen intimidad.

Recibir una educación firme en valores no garantiza el no cometer errores, pero sirve para retomar el camino y llegar al final con mayores aciertos. 
El vestir femenino deja mucho que decir, la elegancia de un escote o la minifalda pasó en su exageración a la vulgaridad y a despertar instintos que sin educación no se saben controlar. 
De la sorpresa y la hilaridad, caímos en la total indiferencia, ahora muchas se “desvisten” para salir de casa con la idea errónea de ser admiradas, deseadas, envidiadas o de perdido notadas. 
Solo una recomendación, asegúrate de saber si lo que vas a provocar  te agrada. 

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