miércoles, 16 de marzo de 2016

Pudiera ser que lo complementara.
Por Antonieta B. de De Hoyos                           marzo 20/ 16.
Con motive de la celebración del Día Internacional de la mujer, surgieron en los medios de comunicación multitud de manifestaciones, unas a favor y otras en contra. Aquí en Piedras Negras, se dio a conocer la propuesta de un partido político, para construir un albergue exclusivo para mujeres maltratadas que valientemente, se atrevan a denunciar  a sus agresores.
Este edificio será modesto, contará con treinta habitaciones para alojarlas, imagino que también habrá suficientes sanitarios y regaderas con agua caliente y fría, un amplio comedor y alguna estancia para departir; menaje de cocina, para camas, para baños, ropa femenina, objetos de tocador, etc. Se les promete apoyo completo por un mes, mientras recuperan su salud y su situación jurídica se define y puedan regresar a sus labores acostumbradas. Las que tienen un empleo fuera de casa, justificarán su ausencia para no perderlo.
Lo que me inquieta, es que  casi todas por lo general, tienen hijos pequeños que van a la escuela y uno o más adultos mayores a su cargo. ¿Acaso también irán al refugio? De lo contrario ¿quién lavará sus ropas?, ¿quién les dará de comer?, ¿quién los llevará a la escuela? Y si enferman ¿quién los atenderá?
Mientras estas cosas suceden, y se aprecian como un éxito femenino en el glorioso día internacional de la mujer, yo pregunto: ¿qué pasa con el agresor?, ¿lo aprehendieron?, ¿lo juzgaron?, ¿lo penalizaron con dureza, como para que no le queden ganas de volver a hacerlo? ¿Lo exhibieron ante los medios para que la comunidad lo desprecie?
La idea del albergue es importante, pero no es la solución; es necesario que este proyecto se complemente con un castigo público y ejemplar, que convenza al agresor a no repetirlo con ninguna otra mujer. En algunos países el juez ordena un cerco protector para la víctima, pero sabemos que estos sujetos son sanguinarios, en su sed de venganza violan esa orden para asesinarla muchas veces junto con sus hijos.
Necesitamos volver a la paz, a la cordialidad, suena como absurdo pero la impartición de justicia actual no regresa la tranquilidad al hogar. Debemos llegar al corazón de las parejas: a que no se provoquen, se respeten, se perdonen, se acepten tal cual son, a que piensen antes de hacer una barbaridad, en el bienestar de los hijos. Para eso tenemos que reeducar a la sociedad en la cortesía y en la espiritualidad, volver a tener el temor de ofender a Dios, sentimiento que entre tanta superficialidad, hemos olvidado.

Los hijos de estas parejas son bombas de tiempo, en cuanto crezcan seguirán el mal ejemplo, abusarán de su fuerza y darán rienda suelta a sus instintos. Es preferible ofrecer en la televisión, el internet y en las escuelas, cursos de civismo, de superación personal, de ética; que eleven la calidad humana, porque solo a través de la educación podremos conocer lo beneficioso de vivir una vida en armonía, saludable para el cuerpo y para el alma. 

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