Pudiera ser que lo
complementara.
Por Antonieta B. de De
Hoyos marzo 20/
16.
Con motive de la celebración
del Día Internacional de la mujer, surgieron en los medios de comunicación
multitud de manifestaciones, unas a favor y otras en contra. Aquí en Piedras
Negras, se dio a conocer la propuesta de un partido político, para construir un
albergue exclusivo para mujeres maltratadas que valientemente, se atrevan a
denunciar a sus agresores.
Este edificio será modesto,
contará con treinta habitaciones para alojarlas, imagino que también habrá
suficientes sanitarios y regaderas con agua caliente y fría, un amplio comedor
y alguna estancia para departir; menaje de cocina, para camas, para baños, ropa
femenina, objetos de tocador, etc. Se les promete apoyo completo por un mes,
mientras recuperan su salud y su situación jurídica se define y puedan regresar
a sus labores acostumbradas. Las que tienen un empleo fuera de casa,
justificarán su ausencia para no perderlo.
Lo que me inquieta, es
que casi todas por lo general, tienen
hijos pequeños que van a la escuela y uno o más adultos mayores a su cargo.
¿Acaso también irán al refugio? De lo contrario ¿quién lavará sus ropas?,
¿quién les dará de comer?, ¿quién los llevará a la escuela? Y si enferman
¿quién los atenderá?
Mientras estas cosas suceden,
y se aprecian como un éxito femenino en el glorioso día internacional de la
mujer, yo pregunto: ¿qué pasa con el agresor?, ¿lo aprehendieron?, ¿lo
juzgaron?, ¿lo penalizaron con dureza, como para que no le queden ganas de
volver a hacerlo? ¿Lo exhibieron ante los medios para que la comunidad lo
desprecie?
La idea del albergue es
importante, pero no es la solución; es necesario que este proyecto se
complemente con un castigo público y ejemplar, que convenza al agresor a no
repetirlo con ninguna otra mujer. En algunos países el juez ordena un cerco
protector para la víctima, pero sabemos que estos sujetos son sanguinarios, en
su sed de venganza violan esa orden para asesinarla muchas veces junto con sus
hijos.
Necesitamos volver a la paz,
a la cordialidad, suena como absurdo pero la impartición de justicia actual no
regresa la tranquilidad al hogar. Debemos llegar al corazón de las parejas: a
que no se provoquen, se respeten, se perdonen, se acepten tal cual son, a que
piensen antes de hacer una barbaridad, en el bienestar de los hijos. Para eso
tenemos que reeducar a la sociedad en la cortesía y en la espiritualidad,
volver a tener el temor de ofender a Dios, sentimiento que entre tanta superficialidad,
hemos olvidado.
Los hijos de estas parejas
son bombas de tiempo, en cuanto crezcan seguirán el mal ejemplo, abusarán de su
fuerza y darán rienda suelta a sus instintos. Es preferible ofrecer en la
televisión, el internet y en las escuelas, cursos de civismo, de superación
personal, de ética; que eleven la calidad humana, porque solo a través de la
educación podremos conocer lo beneficioso de vivir una vida en armonía,
saludable para el cuerpo y para el alma.
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