El
perdón purifica.
Por Antonieta B. de De
Hoyos Marzo/5/16.
Cuando con humildad
escuchamos al sabio, aprovechamos la oportunidad que nos brinda la vida para
conocer más y ser mejores personas; lo mismo pasa cuando leemos buenos libros y
entre ellos incluimos la Santa Biblia, que con sus salmos, proverbios y evangelios
nos coloca en el sendero de la superación, hábito que podemos iniciar en
el momento que lo decidamos.
De la homilía del Santo Padre
a las familias, rescaté algunas de sus frases que consideré aptas para integrar
el presente artículo.
En primer lugar llamó mi atención que en ningún momento
juzgó, ni criticó, ni castigó, simplemente con delicadeza indicó el camino y
los pasos a seguir. Dio a conocer que la familia perfecta no existe, por lo
tanto no existen padres perfectos, nadie es perfecto, pero todos tenemos la
capacidad de perfeccionarnos a través de las experiencias vividas.
Es verdad que formamos un
hogar con una pareja tan imperfecta como nosotros mismos y que juntos creamos
una familia, cuyos miembros también son imperfectos. Por eso es natural que nos
quejemos unos de otros y que nos decepcionemos unos de otros.
Es difícil
encontrar un matrimonio saludable y una familia
saludable si dentro de ella no se ejercita el perdón; virtud
sobrenatural que conserva la salud física y espiritual de todos los miembros y
a la vez, evita que el hogar se convierta en una olla de grillos, llena de
conflictos donde se anidan ofensas, humillaciones y deshonras.
Hay que aprender a perdonar
hasta los detalles más simples, de lo contrario la familia se enferma, solo el
perdón purifica el alma, limpia la mente, libera el corazón y restablece la
comunión con Dios. El dolor interno que provoca
el resentimiento es un veneno que intoxica, es como tener latente una
herida en el corazón.
Quien no perdona se enferma y enferma a los demás, la
familia debe ser un lugar donde se respire vida no muerte, donde la alegría
mitigue las tristezas y cure las dolencias.
Después de escucharlo creo
que la mayoría de las familias nos entristecimos, nos sentimos apesadumbrados, quizás hasta con
cierta culpa, por haber vivido tanto tiempo en el total desconocimiento delos
efectos sanadores del perdón.
Está escrito que el hombre no
debe estar solo debe vivir en familia; la persona debe sentirse amada,
acompañada, tener quien le cuide y a quien cuidar, debe contar con un hombro
confiable, en el cual pueda recargar la cabeza cuando la adversidad se
presenta.
Caminar a la deriva buscando
consuelo, conduce a ingerir bebidas alcohólicas, a usar drogas y llegar a veces
hasta el suicidio.
La obesidad, el cáncer, la depresión, son algunos de los
síntomas que puede presentar una familia enferma.
Empecemos a sanar amando y
perdonando de corazón, porque nuestra mayor bendición será que estas buenas
acciones, si nos acompañarán en nuestro
viaje a la eternidad.
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