La energía divina del
Nacimiento.
Por Antonieta B. de De
Hoyos Dic. 19/15
Cuando llega diciembre poner
un nacimiento en casa es ya una tradición, el tamaño de las figuras y su
cantidad varía de acuerdo al gusto de la familia, lo esencial es que se coloca
con el propósito de mostrar nuestra naturaleza cristiana a los demás, pero principalmente
a nosotros mismos, y aunque está ligado a una festividad religiosa, muchos
alrededor del mundo aunque no la profesen, celebran con entusiasmo la llegada
de Jesús a la Tierra.
Un nacimiento encarna la
natividad del Niño Dios y simboliza una nueva vida que llega a nosotros, una
esperanza que ofrece el "volver
a nacer" en amor y sabiduría.
Su valor y belleza no está en el
costo de las figuras, ni en lo grande del portalito y el pesebre, basta
con recordar su celestial origen, para
saber qué del material que sea, nuestro gozo dependerá de la magnitud que le
demos en el corazón.
Estamos convencidos que esta
nochebuena Dios volverá a nacer en nosotros y nosotros con Él, que tenemos otra
oportunidad de demostrar nuestra fidelidad dejando atrás todo lo que nos aleje
del amor verdadero.
¿Dónde lo colocaremos? Busquemos el espacio más acogedor de
la casa, ahí donde todos lo vean y puedan recibir esa energía que llega del
universo y se conecta con el nacimiento.
Ojala que al momento de armarlo la familia pudiera reunirse, porque
en ese momento de alegría cada quien puede darle el significado emotivo a las
figuras.
Al vivir y compartir esta experiencia religiosa, percibimos el
trascendente significado de la navidad y sentimos que junto al niño, volvemos a nacer con la llegada de
Jesús.
En la Nochebuena, después de
hacer oración, en un momento de reflexión, pensemos en lo que esperamos de
nosotros pasadas las fiestas, podríamos esforzarnos en enmendar errores, ayudar
al necesitado de mi colonia, visitar a los enfermos de mi familia cuando menos,
compartir un poco de esta cena, animar al triste, evitar riñas, pero sobre todo
confiar plenamente en Dios.
Mi portalito de Belén es
sencillo, con pocas figuras de animalitos, un ángel grande entre María y José,
otro pequeño custodiado por una niña y un niño, arrodillados orando, tiene heno
y muchas lucecitas de colores.
Lo más relevante de este año es que en lugar de
un niñito he colocado dos, cada uno en su pesebre, el más chico se queda
conmigo es recuerdo de mis padres, el otro un poquito más grande se va con mis
nietas a Estados Unidos donde pasarán la nochebuena y disfrutarán la
navidad.
Por experiencia propia sé que
la fe no se impone, que esta va creciendo dentro del corazón de acuerdo a las
experiencias vividas, de todos modos yo soy feliz sabiendo que en esta ocasión, la energía divina del
Nacimiento resplandecerá en ese hogar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario