viernes, 18 de diciembre de 2015

La energía divina del Nacimiento.

Por Antonieta B. de De Hoyos                     Dic. 19/15

Cuando llega diciembre poner un nacimiento en casa es ya una tradición, el tamaño de las figuras y su cantidad varía de acuerdo al gusto de la familia, lo esencial es que se coloca con el propósito de mostrar nuestra naturaleza cristiana a los demás, pero principalmente a nosotros mismos, y aunque está ligado a una festividad religiosa, muchos alrededor del mundo aunque no la profesen, celebran con entusiasmo la llegada de Jesús a la Tierra.
Un nacimiento encarna la natividad del Niño Dios y simboliza una nueva vida que llega a nosotros, una esperanza que ofrece  el "volver a nacer" en amor y sabiduría. 
Su valor y belleza no está en el costo de las figuras, ni en lo grande del portalito y el pesebre, basta con  recordar su celestial origen, para saber qué del material que sea, nuestro gozo dependerá de la magnitud que le demos en el corazón.
Estamos convencidos que esta nochebuena Dios volverá a nacer en nosotros y nosotros con Él, que tenemos otra oportunidad de demostrar nuestra fidelidad dejando atrás todo lo que nos aleje del amor verdadero.
¿Dónde lo colocaremos? Busquemos el espacio más acogedor de la casa, ahí donde todos lo vean y puedan recibir esa energía que llega del universo y se conecta con el nacimiento.
Ojala que al momento de  armarlo la familia pudiera reunirse, porque en ese momento de alegría cada quien puede darle el significado emotivo a las figuras.
 Al vivir y compartir esta experiencia religiosa, percibimos el trascendente significado de la navidad y sentimos que junto  al niño, volvemos a nacer con la llegada de Jesús.
En la Nochebuena, después de hacer oración, en un momento de reflexión, pensemos en lo que esperamos de nosotros pasadas las fiestas, podríamos esforzarnos en enmendar errores, ayudar al necesitado de mi colonia, visitar a los enfermos de mi familia cuando menos, compartir un poco de esta cena, animar al triste, evitar riñas, pero sobre todo confiar plenamente en Dios.
Mi portalito de Belén es sencillo, con pocas figuras de animalitos, un ángel grande entre María y José, otro pequeño custodiado por una niña y un niño, arrodillados orando, tiene heno y muchas lucecitas de colores.
 Lo más relevante de este año es que en lugar de un niñito he colocado dos, cada uno en su pesebre, el más chico se queda conmigo es recuerdo de mis padres, el otro un poquito más grande se va con mis nietas a Estados Unidos donde pasarán la nochebuena y disfrutarán la navidad. 

Por experiencia propia sé que la fe no se impone, que esta va creciendo dentro del corazón de acuerdo a las experiencias vividas, de todos modos yo soy feliz sabiendo que  en esta ocasión, la energía divina del Nacimiento resplandecerá en ese hogar. 

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