miércoles, 2 de diciembre de 2015

De los ineptos con iniciativa ..!Líbranos Señor!
“Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte toda mi vida” esta promesa significa muchísimo más que sólo evitar comenzar otra relación sentimental después de casarse. Con otras palabras pero con la misma fuerza de compromiso personal, se pacta en el matrimonio civil. Jamás en ninguna de las dos bodas se menciona el adulterio como algo aceptable, respetando por supuesto lo que se acostumbre en otras naciones y religiones.
Desde siempre las mujeres hemos sabido que un hombre casado es sagrado, que su vida ya está comprometida y mucho más si hay hijos de por medio. Aún recuerdo que en mis años mozos cuando conocíamos a alguien, de inmediato indagábamos si era casado de ser así no volvíamos a frecuentarlo. También tengo muy presente la dignidad con la que vivieron mis cuatro tías solteras (que en paz descansan) y cómo a pesar de desear formar un matrimonio no lo hicieron, por no tener sus pretendientes la calidad moral que ellas  exigían.
Hoy en el libertinaje, las mujeres de mente abierta se divierten los fines de semana con cualquiera, ya ni preguntan por su estado civil, después de esas citas inesperadas surge el enamoramiento y se comprometen en cuerpo y alma con la persona menos indicada.
La ley sanciona el adulterio con el fin de preservar la familia, pero con esta nueva disposición no solo se tolera sino que además se ofrece apoyo económico a la amante, sin pensar que con ello quita el pan de la boca a los hijos y a la esposa legitima, impidiendo además un posible perdón y reconciliación entre los esposos. Ante tantas erratas la sociedad protesta y exige se le tome en cuenta antes de efectuar cambios. 
Si lo que se desea es un gobierno misericordioso, antes de compartir el presupuesto familiar  debe  pedirse a la esposa su consentimiento, jamás despojarla de la noche a la mañana de lo que le pertenece y que muchas veces ni le alcanza.
La fidelidad en pareja implica: no fallar en el sentido de enamorarse de otra persona, cumplir las  expectativas que se concibieron cuando novios, darse felicidad,  protegerse uno al otro, no ser desleal ni con el pensamiento, no huir cuando el dinero escasea, estar juntos en la enfermedad por más complicada y desahuciada que esta sea. Plenos de amor admiten que, si mueres seguiré siendo tuyo (a), y seguirás siendo parte de mi proyecto de vida; promesas que solo fortalecidas en la fe llegan a su culminación.
Los cambios legislativos  recientes, vulneran a la familia y conducen a la sociedad a la decadencia. Pero si la ley de los hombres se torna complaciente, no olvidemos que la divina sigue vigente. No se necesita ser muy instruido para imaginar el descontrol moral que vivirán las generaciones venideras, lo maravilloso es que en este enredo queda de manifiesto la sabiduría de Dios, por encima de la inteligencia humana de los que se empeñan en ir contra natura, tan solo por alcanzar sus quince minutos de fama. 
Antonieta B. de De Hoyos                         Dic. 6/15

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