Sin caridad no hay paz.
El mundo, ahora más que nunca necesita de
la paz, nuestro planeta es víctima de la destrucción que en nombre del progreso
los seres humanos le estamos ocasionando. Por si fuera poco, a esta
contaminación industrial debemos agregarle la catástrofe irreparable que sufre
la naturaleza, en los diferentes países donde las guerras y el uso de armas
explosivas son constantes. Es cierto que la violencia siempre ha existido, lo
malo es la forma en que la hemos ido tolerando, hasta considerarla una conducta
habitual.
Ya no nos impresionan las escenas
sangrientas en películas y series de televisión, donde las balas, el sexo
deliberado y la cruda violencia envenenan la mente del espectador, porque ahora
ya no son relatos ficticios, son parte de la cotidianidad en las casas y las
calles, noticias que llenan de sangre las paginas principales de revistas y
periódicos.
Los historiadores, afirman que el hombre no
fue hecho para la guerra sino para la paz, y que ha quedado demostrado que el
hombre que vive en la violencia se autodestruye. Lo difícil y complicado es que
la paz no se da de inmediato ni por mandato, no se obtiene sin esfuerzo, ni se
compra o pide prestada: la paz tiene que nacer del corazón de cada persona, y
si no hay paz en el corazón, ¿cómo puede haber paz en una familia, un pueblo, una nación o en el mundo?
Todos sabemos que es en el hogar donde se
aprende a vivir y a construir la paz, esa es la principal obligación de los
padres, hacerse responsables de enseñar a sus hijos la manera correcta de
comportarse, de tratar a los demás y de resolver los problemas
Lo increíble es, que sea dentro de la
familia donde todos se tienen cariño, el lugar donde con más facilidad se puede
perder la paz Lo que significa que la
paz es frágil y que tenemos que trabajar en ella cada día para conquistarla.
La paz, no es solo la ausencia de guerra ni
de respeto a los demás, la paz se vive cuando se tiene un verdadero sentido de
justicia, cuando además de los derechos propios se reconocen los de los
demás.
Por eso, es muy importante que en cada uno
de nuestros actos demostremos respeto por la dignidad de las personas, sin
importar sexo ni edad, jamás abusar del
débil ni de la autoridad que se posea. Al enseñar a los hijos a distinguir entre
el bien y el mal, al formar en ellos una conciencia recta, estaremos
colaborando desde nuestra humilde trinchera del hogar, con la paz mundial. Los
padres somos la conciencia externa de
los niños por eso son trascendentes nuestros ejemplos, actos y juicios.
La caridad, es un
valor esencial para que haya paz, es un valor que determina la calidad de la persona y
su capacidad para relacionarse en armonía con los que le rodean. Buscar el bien
personal y el de los demás es justamente lo que trae como consecuencia la paz,
pero solo el que posee un alma caritativa desarrolla el resto de las virtudes.
"La caridad glorifica a la humanidad,
el egoísmo la rebaja.". Desgraciadamente hace varias décadas, muchos
padres dejaron de sembrar esta virtud en el corazón de sus hijos, los que ahora
convertidos en mandatarios insensibles, provocan las terribles guerras que
matan sin piedad. Ansiamos sociedades justas y pacíficas ¡sí! pero no olvidemos
que sin caridad jamás, en ningún lugar
del mundo, gozaremos de la paz.
Antonieta B. de De Hoyos
sept.26/15
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