domingo, 22 de marzo de 2015


No somos avestruces.

Durante una entrevista, la encargada de impartir conferencias sobre educación sexual a los alumnos de las escuelas primarias, tuvo que admitir la casi nula aceptación que obtuvo en dichas instituciones. Desafortunadamente un alto porcentaje de padres de familia, aun se oponen a que sus preadolescentes adquieran los conocimientos que les advierten de los peligros a los que se exponen al tener relaciones sexuales a tan  temprana edad y sin protección, obvio que estas pláticas tienen bases científicas, médicas, pedagógicas y psicológicas.

Probablemente en el pasado yo también me hubiera opuesto a esta medida, mas no me quedé callada, me armé de valor y me arriesgué; hablé a mis hijos con mucho tacto, evitando caer en la vulgaridad, sobre la gravedad de un embarazo, enfermedades de trasmisión sexual y el efecto dañino de las drogas. Gracias a Dios tuve dos cosas a mi favor; no había tanta promoción a la “vida loca” penetrando en los hogares, y los valores y principios inculcados en aquella época eran firmes, disciplina que apliqué conforme iban creciendo. Jamás les dije que eran malas acciones, simplemente que no era correcto que las experimentaran a tan corta edad y fuera del matrimonio.

En la actualidad muchos medios de comunicación son agresivos y perversos, difunden escenas y apoyan conversaciones que incitan a la irresponsabilidad. Esta exagerada propaganda permitida por el propio gobierno, lleva a desear probar toda clase de experiencias sexuales, incluyendo la homosexualidad y el lesbianismo. El descontrol hormonal característico de su desarrollo, hace a los púberes proclives a relaciones con el mismo sexo, acciones que marcan su futuro y les predisponen a necesitar después rígidas terapias para retomar el camino. La lujuria devalúa a las  personas, denigra a la sociedad  y enriquece a los perversos.  

A mi parecer, estas pláticas deberían impartirse primero a los padres de familia ya que muchas veces estos están menos informados que sus hijos. Algunos maestros (as) son muy prudentes, pero existen otros que a causa de sus propias y malogradas experiencias, no son aptos para hacerlo.

Ya no es posible que como sociedad nos conduzcamos como el avestruz, -según el mito- esconde su cabeza dentro de un agujero por cobardía, cuando presiente peligro. Pero no es así, el avestruz agacha su cabeza hasta el ras del suelo, para que su regordete cuerpo se confunda con los arbustos, de todas maneras no es un ejemplo a seguir.

Es impostergable prepararnos para la batalla y aunque incomode, aceptar que el éxito solo lo obtendremos si retomamos principios religiosos y valores éticos,  hay que llenar ese vacío espiritual que deshumaniza la vida en los hogares. Indaguemos y aprendamos lo más que podamos y sin falsos puritanismos, seamos nosotros los padres de familia los que enseñemos a los hijos, la forma correcta de gozar su sexualidad con amor, dignidad y sin sufrimientos. 

Por Antonieta B. de De Hoyos                              3/14/15.

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