No somos avestruces.
Durante una entrevista, la encargada
de impartir conferencias sobre educación sexual a los alumnos de las escuelas
primarias, tuvo que admitir la casi nula aceptación que obtuvo en dichas instituciones.
Desafortunadamente un alto porcentaje de padres de familia, aun se oponen a que
sus preadolescentes adquieran los conocimientos que les advierten de los
peligros a los que se exponen al tener relaciones sexuales a tan temprana edad y sin protección, obvio que
estas pláticas tienen bases científicas, médicas, pedagógicas y psicológicas.
Probablemente en el pasado yo
también me hubiera opuesto a esta medida, mas no me quedé callada, me armé de
valor y me arriesgué; hablé a mis hijos con mucho tacto, evitando caer en la
vulgaridad, sobre la gravedad de un embarazo, enfermedades de trasmisión sexual
y el efecto dañino de las drogas. Gracias a Dios tuve dos cosas a mi favor; no
había tanta promoción a la “vida loca” penetrando en los
hogares, y los valores y principios inculcados en aquella época eran firmes,
disciplina que apliqué conforme iban creciendo. Jamás les dije que eran malas
acciones, simplemente que no era correcto que las experimentaran a tan corta
edad y fuera del matrimonio.
En la actualidad muchos
medios de comunicación son agresivos y perversos, difunden escenas y apoyan
conversaciones que incitan a la irresponsabilidad. Esta exagerada propaganda
permitida por el propio gobierno, lleva a desear probar toda clase de
experiencias sexuales, incluyendo la homosexualidad y el lesbianismo. El
descontrol hormonal característico de su desarrollo, hace a los púberes
proclives a relaciones con el mismo sexo, acciones que marcan su futuro y les
predisponen a necesitar después rígidas terapias para retomar el camino. La
lujuria devalúa a las personas, denigra
a la sociedad y enriquece a los
perversos.
A mi parecer, estas pláticas
deberían impartirse primero a los padres de familia ya que muchas veces estos
están menos informados que sus hijos. Algunos maestros (as) son muy prudentes,
pero existen otros que a causa de sus propias y malogradas experiencias, no son
aptos para hacerlo.
Ya no es posible que como
sociedad nos conduzcamos como el avestruz, -según el mito- esconde su cabeza
dentro de un agujero por cobardía, cuando presiente peligro. Pero no es así, el
avestruz agacha su cabeza hasta el ras del suelo, para que su regordete cuerpo
se confunda con los arbustos, de todas maneras no es un ejemplo a seguir.
Es impostergable prepararnos
para la batalla y aunque incomode, aceptar que el éxito solo lo obtendremos si
retomamos principios religiosos y valores éticos, hay que llenar ese vacío espiritual que
deshumaniza la vida en los hogares. Indaguemos y aprendamos lo más que podamos
y sin falsos puritanismos, seamos nosotros los padres de familia los que
enseñemos a los hijos, la forma correcta de gozar su sexualidad con amor,
dignidad y sin sufrimientos.
Por Antonieta B. de De
Hoyos
3/14/15.
No hay comentarios:
Publicar un comentario