Hay que
trabajar en equipo.
La contaminación ambiental
está llegando al máximo y no solo alrededor del mundo, aquí mismo en nuestra
ciudad, pareciera como si a nadie le importara conservar sano su hábitat. A
mediados de diciembre, tuve la necesidad de caminar por dos céntricas colonias;
me dieron ganas de sentarme en la orilla de la banqueta y ponerme a llorar.
Jamás pensé que mi Piedras Negras, fuera de las avenidas principales, estuviera
tan sucio y destruido: botellas, bolsas de plástico, cajas vacías de todos
tamaños, pañales, latas de cerveza y refrescos, platos desechables, servilletas
de papel, envolturas de regalos, excrementos de animales y casas abandonadas
listas para la demolición. Regresé por el mismo camino ocho días después, había
llovido, pero la suciedad ahí estaba, solo que ahora en un charco de lodo.
Este año lo iniciamos con una
nueva administración municipal, funcionarios a los que exigimos, una rápida
solución a los problemas ambientales que nosotros mismos provocamos.
Recuerdo que cuando niña, lo
primero que hacían las amas de casa o las muchachas del servicio a hora muy
temprana, era barrer la calle, la banqueta y recoger lo que hubiera de basura,
enseguida limpiaban los portales, las cocheras y jardines del interior, si
había plantas las regaban, después entraban a la casa a continuar con sus
labores domésticas. Ese ejemplo fue mi guía en la edad adulta.
Desafortunadamente la
modernidad y la carestía, han obligado a un alto porcentaje de mujeres a
trabajar fuera de casa y a prescindir de servidumbre, hecho que por supuesto no
justifica la inmundicia, ya que la familia entera bien puede organizarse y
contribuir a esta limpieza, cuando menos dos veces por semana.
La única alternativa para
retomar el orden, es la aplicación de leyes más severas que impliquen una
fuerte multa a los transgresores. La destrucción ambiental es un problema que
afecta a todos y deprecia la calidad de vida individual y colectiva, razón
suficiente para no dejar esta labor al libre albedrio de la gente. El bien
común es responsabilidad de los gobiernos municipales, estatales y nacionales
sí, pero el ayudar como equipo es una obligación moral de los ciudadanos.
Este es un gravísimo problema
que exige respeto inmediato hacia la naturaleza. Nadie en la actualidad ignora
la problemática, eso quedó atrás, la apatía es lo que paraliza. Requerimos inspectores incorruptibles, que
apliquen con rigor la ley y sancionen a las amas de casa, a los dueños de
vivienda y terrenos baldíos por negligentes.
Es apremiante atender las
campañas que en la ciudad se organicen y obedecerlas, porque es el conocimiento
lo que nos permitirá cambiar vicios que matan, por hábitos que enriquecen.
Antonieta B.de De Hoyos 1/11/14.
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