Ayudar a los demás
atrae a la felicidad.
Ayudar al prójimo te
hace sentir bien contigo mismo, porque es una acción que genera felicidad y
bienestar. Ya lo decía el escritor León Tolstói cuando afirmaba que “el que
ayuda a los demás se ayuda a sí mismo”. Y es que desde tiempos inmemoriales
ayudar a los demás ha sido y es fundamental, para que el ser humano llegue a
ser lo que hoy es.
Los cristianos tenemos
un mandamiento que dice “Ama a tur prójimo como a ti mismo” y la Madre Teresa
de Calcuta en uno de sus escritos recalcó que “El que no vive para servir, no sirve para vivir” Podría enumerar
cientos de sentencias que en este
aspecto nos han legado hombres y mujeres de la antigüedad, pero ésta me parece invaluable: “Si quieres
llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar más lejos hazlo acompañado”.
Esta frase nos muestra
la fuerza que tiene la unión, la increíble fuerza que tiene la ayuda. En un
momento de silencio podemos recordar todas
las veces que hemos intentado hacer algo solo y la diferencia que se vive,
cuando lo hemos hecho con la ayuda de alguien.
De acuerdo a las
investigaciones se ha encontrado que ayudar a los demás trae consigo grandes beneficios.
En primer lugar alarga la vida y lo comprueban diversos estudios realizados por
eminentes psicólogos y psiquiatras. Es
por esa razón que miles de personas adineradas buscan algún motivo para ayudar,
hasta los multimillonarios crean sus propios fundaciones para mejorar la
situación de los que menos tienen.
La mayoría de las veces
no nos damos cuenta, pero al ayudar sentimos un extraño bienestar mental que
provoca en nuestro organismo tranquilidad, felicidad y alegría. También aumenta
la autoestima, la confianza y seguridad en uno mismo. Sin lugar a dudas todo el
que ayuda se convierte en una persona mucho más positiva. Es el mejor
tratamiento para reducir el estrés, la ansiedad y la depresión. De manera
increíble el sistema inmunológico se mejora, el cuerpo genera las defensas necesarias
que le permiten reducir las posibilidad de contraer alguna enfermedad.
Pero lo que de verdad
apremia es aprender ahora mismo a ayudar a los demás. No existen métodos ni
fórmulas especiales, pero una forma simple y sincera sería el preguntarnos al
amanecer, antes de levantarnos. ¿A quién y cómo podría ayudar el día de hoy?
Hay personas que no
salen a la calle si no llevan monedas en
su bolso o en su auto, para ofrecer a algún necesitado otras, meten en bolsas
su ropa usada en buenas condiciones y la colocan por las mañanas en la puerta
de su casa. Muchas van a misa sin olvidar su limosna y están atentas al domingo
de la caridad para cooperar con alimentos. Si tienes la oportunidad de ayudar a
alguien hazlo sin cuestionar, sin esperar a que te lo pidan.
Demos sin esperar nada a cambio y seamos verdaderamente
generosos con nuestra ayuda.
Antonieta B. de De
Hoyos 9/11/19
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