sábado, 14 de septiembre de 2019


Ayudar a los demás atrae a la felicidad.
Ayudar al prójimo te hace sentir bien contigo mismo, porque es una acción que genera felicidad y bienestar. Ya lo decía el escritor León Tolstói cuando afirmaba que “el que ayuda a los demás se ayuda a sí mismo”. Y es que desde tiempos inmemoriales ayudar a los demás ha sido y es fundamental, para que el ser humano llegue a ser lo que hoy es.
Los cristianos tenemos un mandamiento que dice “Ama a tur prójimo como a ti mismo” y la Madre Teresa de Calcuta en uno de sus escritos recalcó que “El que no vive para  servir, no sirve para vivir” Podría enumerar cientos  de sentencias que en este aspecto nos han legado hombres y mujeres de la antigüedad,  pero ésta me parece invaluable: “Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar más lejos hazlo acompañado”. 
Esta frase nos muestra la fuerza que tiene la unión, la increíble fuerza que tiene la ayuda. En un momento de silencio podemos  recordar todas las veces que hemos intentado hacer algo solo y la diferencia que se vive, cuando lo hemos hecho con la ayuda de alguien.  
De acuerdo a las investigaciones se ha encontrado que ayudar a los demás trae consigo grandes beneficios. En primer lugar alarga la vida y lo comprueban diversos estudios realizados por eminentes psicólogos y psiquiatras.  Es por esa razón que miles de personas adineradas buscan algún motivo para ayudar, hasta los multimillonarios crean sus propios fundaciones para mejorar la situación de los que menos tienen.
La mayoría de las veces no nos damos cuenta, pero al ayudar sentimos un extraño bienestar mental que provoca en nuestro organismo tranquilidad, felicidad y alegría. También aumenta la autoestima, la confianza y seguridad en uno mismo. Sin lugar a dudas todo el que ayuda se convierte en una persona mucho más positiva. Es el mejor tratamiento para reducir el estrés, la ansiedad y la depresión. De manera increíble el sistema inmunológico se mejora, el cuerpo genera las defensas necesarias que le permiten reducir las posibilidad de contraer alguna enfermedad.
Pero lo que de verdad apremia es aprender ahora mismo a ayudar a los demás. No existen métodos ni fórmulas especiales, pero una forma simple y sincera sería el preguntarnos al amanecer, antes de levantarnos. ¿A quién y cómo podría ayudar el día de hoy?  
Hay personas que no salen a la  calle si no llevan monedas en su bolso o en su auto, para ofrecer a algún necesitado otras, meten en bolsas su ropa usada en buenas condiciones y la colocan por las mañanas en la puerta de su casa. Muchas van a misa sin olvidar su limosna y están atentas al domingo de la caridad para cooperar con alimentos. Si tienes la oportunidad de ayudar a alguien hazlo sin cuestionar, sin esperar a que te lo pidan.
Demos sin  esperar nada a cambio y seamos verdaderamente generosos con nuestra ayuda.
Antonieta B. de De Hoyos                           9/11/19


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