jueves, 6 de septiembre de 2018


El privilegio de ser catequista. 
Desde niña me incliné mucho por saber más de mi doctrina religiosa, pero pasado el tiempo este deseo se esfumó. Fue hasta que me convertí en abuela cuando regresó a mi mente aquel sentimiento infantil, que me llevó a escribir un Rosario al Niñito Jesús, especial para menores entre cinco y diez años.
Rezarlo en la parroquia de mi colonia rodeada de  casi medio centenar de chiquillos fue un sueño hecho realidad, lástima que solo pude hacerlo en dos ocasiones, por cambios en los reglamentos internos de la iglesia.
Precisamente por ese amor a los peques consideré inscribirme como catequista, aprovechando que por mis venas corre sangre de  educadora. En esos planes pensaba cuando recordé a mi querida maestra de catecismo, se llamaba “Doña Trini”, andaría si acaso por la quinta década, sólo que en aquella época las personas lucían de mayor edad, era bajita con un poco de sobre peso, blanca y con su pelo entrecano, nos trataba con mucho cariño.
Era tal mi entusiasmo que olvidé algo importante; el paso de los años. Ahora por más que me esforzara el tiempo ya no estaba de mi parte. Imagino que Dios en su misericordia para que no me entristeciera, puso en mi computadora el siguiente mensaje:
Requisitos para ser buen catequista:
“En primer lugar, debe tener una espiritualidad profunda de unión a Jesucristo y a la Iglesia, pues tiene que dar testimonio con su propia vida más que con sus palabras, de su compromiso con Cristo, con la Iglesia y con su comunidad. Debe estar en contacto permanente con la sociedad, porque hoy la enseñanza va a la par. Es indispensable que sea una auténtica persona de oración que alimente su vida con la palabra de Dios.
Será dueña de una conciencia crítica ante lo que pase y con sus mensajes invitará a la reflexión a la luz de la palabra de Dios. Estará siempre dispuesta a escuchar y a dialogar con entusiasmo y como la catequesis da una visión ordenada de la fe, debe conocer muy bien el mensaje que va a comunicar. Acostumbrará estudiar la biblia y la interpretará  uniendo siempre su vida personal con la palabra de Dios.”
Cuando terminé de leerlo, me di cuenta de que todos esos requisitos ya no estaban a mi alcance,  y aunque me considero una persona de oración, no me siento capaz de interpretar la biblia correctamente. 
De todos modos si Dios me lo permite, voy a solicitar la autorización para organizar el rosario para los peques, durante el novenario al Niñito Jesús minutos antes de que empiecen las posadas tradicionales.
La infancia  es la base del edificio humano, es ahí en la frescura de esa mente donde se graba con amor la presencia divina. Más adelante al llegar la adultez, si por alguna razón se extravía el buen camino, ten la seguridad que dentro del corazón de esos niños siempre permanecerá encendida, la maravillosa chispa de la reconciliación.  
 Antonieta B. de De Hoyos                                         9/12/18


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