miércoles, 4 de julio de 2018


Dios, la vejez y yo.
En la mitología griega Geras era la personificación de la vejez, y era tenido como compañero inevitable de Tánatos, la muerte. Los dioses respetaban a Geras, pues querían recibir sus honores y valoraban la experiencia que aportaba la vejez, por eso le permitían morar en el Olimpo. También se le veía como el que ponía punto final a las tiranías y los hechos injustos, para que no fueran eternos.
Fue después de una noche de nostalgia, cuando el sueño se aleja para dar paso a los más bellos recuerdos, que decidí hacer esta pequeña investigación.  
“Cuentan que dos personas mayores fueron a dar un paseo para hablar sobre su boda cercana, y pasando por la farmacia entraron para preguntar si vendían píldoras para la artritis, medicamentos para el corazón y sillas de ruedas. Por supuesto que sí, dijo el farmacéutico, ¿qué es lo que desean? Nada, solo que nos gustaría hacer aquí nuestra lista de regalos de boda” Esta pequeña historia nos deja una gran lección y confirma, que el hacerse mayores no es para cobardes.
Lo cierto es que para sentirnos y vernos mejor en estos finos años de envejecimiento, necesitamos cumplir con ciertos requisitos: primero no olvidar los buenos hábitos adquiridos en la niñez y, desechar lo más pronto posible los vicios juveniles como el tabaco y el  alcohol, porque podrían empezar a dañar el organismo.
En lo que se refiere a la alimentación, hay que dejar de lado la glotonería y procurar el ejercicio diario, cuando menos 30 minutos al día tres veces por semana. Dicen que la vejez comienza cuando la mente se estrecha y la cintura se ensancha, por eso es importante que sigamos aprendiendo ya sea a través de la buena lectura, de excelentes programas de televisión, de películas de calidad, de gratas conversaciones y de aceptar con orgullo que ser mayor no significa dejar de crecer.
En lo que se refiere a la vida espiritual es preciso practicar la tolerancia, porque no a todos les reconforta escuchar la Palabra de Dios ni rezar antes de dormir. Aunque esté comprobado que la energía divina, es un excelente cargador de pilas.
Es normal que con los años, nos vayamos haciendo invisibles en lo cotidiano de hijos y nietos, situación que no debe confinarnos al aislamiento todo lo contrario, organicemos desayunos o tardes de café, jugada de cartas, paseo por las tiendas. Queda estrictamente prohibido desanimarse.  
Las canas marcan el paso del tiempo, pero también dan constancia de la sabiduría adquirida gracias a las experiencias buenas o malas, que hemos vivido y superado.
Claro que en cierto momento nos daremos cuenta que ya no estamos en la cima, que ahora vamos de bajada pero con muchas razones para ser optimistas. Está escrito que en la vejez aún podemos florecer, estar vigorosos y hasta convertirnos en guías de inexpertos. Sabemos que esta es la última estación del viaje, motivo suficiente para que hagamos de nuestra vejez un espacio de inusitado gozo.   
Antonieta B. de De Hoyos.                                         7/11/18

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