Dios, la vejez y yo.
En la mitología griega
Geras era la personificación de la vejez, y era tenido como compañero
inevitable de Tánatos, la muerte. Los dioses respetaban a Geras, pues querían
recibir sus honores y valoraban la experiencia que aportaba la vejez, por eso
le permitían morar en el Olimpo. También se le veía como el que ponía punto
final a las tiranías y los hechos injustos, para que no fueran eternos.
Fue después de una
noche de nostalgia, cuando el sueño se aleja para dar paso a los más bellos
recuerdos, que decidí hacer esta pequeña investigación.
“Cuentan que dos
personas mayores fueron a dar un paseo para hablar sobre su boda cercana, y
pasando por la farmacia entraron para preguntar si vendían píldoras para la
artritis, medicamentos para el corazón y sillas de ruedas. Por supuesto que sí,
dijo el farmacéutico, ¿qué es lo que desean? Nada, solo que nos gustaría hacer aquí
nuestra lista de regalos de boda” Esta pequeña historia nos deja una gran
lección y confirma, que el hacerse mayores no es para cobardes.
Lo cierto es que para
sentirnos y vernos mejor en estos finos años de envejecimiento, necesitamos cumplir
con ciertos requisitos: primero no olvidar los buenos hábitos adquiridos en la
niñez y, desechar lo más pronto posible los vicios juveniles como el tabaco y
el alcohol, porque podrían empezar a dañar
el organismo.
En lo que se refiere a
la alimentación, hay que dejar de lado la glotonería y procurar el ejercicio
diario, cuando menos 30 minutos al día tres veces por semana. Dicen que la
vejez comienza cuando la mente se estrecha y la cintura se ensancha, por eso es
importante que sigamos aprendiendo ya sea a través de la buena lectura, de
excelentes programas de televisión, de películas de calidad, de gratas conversaciones
y de aceptar con orgullo que ser mayor no significa dejar de crecer.
En lo que se refiere a
la vida espiritual es preciso practicar la tolerancia, porque no a todos les
reconforta escuchar la Palabra de Dios ni rezar antes de dormir. Aunque esté
comprobado que la energía divina, es un excelente cargador de pilas.
Es normal que con los
años, nos vayamos haciendo invisibles en lo cotidiano de hijos y nietos, situación
que no debe confinarnos al aislamiento todo lo contrario, organicemos desayunos
o tardes de café, jugada de cartas, paseo por las tiendas. Queda estrictamente prohibido
desanimarse.
Las canas marcan el paso
del tiempo, pero también dan constancia de la sabiduría adquirida gracias a las
experiencias buenas o malas, que hemos vivido y superado.
Claro que en cierto momento
nos daremos cuenta que ya no estamos en la cima, que ahora vamos de bajada pero
con muchas razones para ser optimistas. Está escrito que en la vejez aún podemos
florecer, estar vigorosos y hasta convertirnos en guías de inexpertos. Sabemos
que esta es la última estación del viaje, motivo suficiente para que hagamos de
nuestra vejez un espacio de inusitado gozo.
Antonieta B. de De
Hoyos. 7/11/18
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