jueves, 14 de junio de 2018


Pidamos a Dios prudencia.
Quien no recuerda la clásica cantaleta de mamá “sé prudente” y, aunque  ya han pasado muchos años aun escucho su voz en mis oídos, en los momentos que debo tomar  decisiones importantes y reconozco, que los peores errores cometidos en mi vida los realicé precisamente por carecer de prudencia. Pero ¿qué significa prudencia?
El término prudencia proviene del latín prudentia, que es una cualidad que consiste en actuar o hablar con cuidado, de forma justa y adecuada, con cautela, con moderación, previsión, reflexión y sensatez, para evitar posibles daños, dificultades, males e inconvenientes, y respetar la vida, los sentimientos y las libertades de los demás.
Es la virtud innata o inculcada, que lleva a actuar y a conducirse en la vida con suma  precaución, para evitar consecuencias negativas al obrar de manera anticipada e impropia.
La prudencia indica cuándo hacer y decir las cosas para que salgan bien y además permite  saber cuándo es momento de algo, cuando es tiempo de actuar, de hablar, de caminar o de parar.
Busqué de inmediato esta información, porque creo que cómo a muchos, a mí  también me angustia la situación de violencia que se ha generado en todos los ámbitos sociales a lo largo y ancho del país, con mayor fuerza en las campañas políticas de los diferentes partidos.
Antiguamente los egipcios solían representar a la prudencia como una serpiente con tres cabezas: de león, de lobo y de perro. Se decía que un individuo era prudente cuando tenía la astucia de la serpiente, el vigor y la fuerza del león, la agilidad y la rapidez del lobo y la paciencia propia del perro.
El catolicismo nos ofrece cuatro virtudes cardinales: la justicia, la templanza, la fortaleza; y la prudencia, que consiste en discernir y distinguir lo que está bien de lo que está mal, en cada situación para actuar con cordura.
Sinceramente me uno al dolor que embarga a la ciudadanía, pero mucho más me solidarizo con el sufrimiento de una madre. Suplico al Creador en mis plegarias que llegue pronto la resignación, ante tan lamentable pérdida.
Dentro de tanto dolor, debemos recapacitar y reconocer que los arrebatos imprudenciales se han filtrado en todas partes, en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hogares y hasta en la calle misma. Basta leer la prensa, ver los videos en las redes sociales y los noticieros para enterarnos de los hechos sangrientos que se protagonizan.
Este desafortunado suceso nos despertó del largo letargo en el que estábamos inmersos, hoy lo acontecido en otros estados de la república con otros candidatos se hace presente, la política se ha revestido de violencia.   
Es necesario aprender para educar en valores, dar oportunidades de trabajo, conservar la familia unida, amar, proteger y guiar a los hijos hacia la vida buena, pero sobre todo luchar porque siempre en nuestro corazón se mantenga viva la presencia divina.      
Antonieta B. de De Hoyos                            junio 20/18

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