Pidamos a Dios
prudencia.
Quien no recuerda la
clásica cantaleta de mamá “sé prudente”
y, aunque ya han pasado muchos años aun
escucho su voz en mis oídos, en los momentos que debo tomar decisiones importantes y reconozco, que los
peores errores cometidos en mi vida los realicé precisamente por carecer de
prudencia. Pero ¿qué significa prudencia?
El término prudencia
proviene del latín prudentia, que es
una cualidad que consiste en actuar o hablar con cuidado, de forma justa y
adecuada, con cautela, con moderación, previsión, reflexión y sensatez, para
evitar posibles daños, dificultades, males e inconvenientes, y respetar la
vida, los sentimientos y las libertades de los demás.
Es la virtud innata o
inculcada, que lleva a actuar y a conducirse en la vida con suma precaución, para evitar consecuencias
negativas al obrar de manera anticipada e impropia.
La prudencia indica cuándo
hacer y decir las cosas para que salgan bien y además permite saber cuándo es momento de algo, cuando es tiempo
de actuar, de hablar, de caminar o de parar.
Busqué de inmediato
esta información, porque creo que cómo a muchos, a mí también me angustia la situación de violencia
que se ha generado en todos los ámbitos sociales a lo largo y ancho del país, con
mayor fuerza en las campañas políticas de los diferentes partidos.
Antiguamente los
egipcios solían representar a la prudencia como una serpiente con tres cabezas:
de león, de lobo y de perro. Se decía que un individuo era prudente cuando
tenía la astucia de la serpiente, el vigor y la fuerza del león, la agilidad y
la rapidez del lobo y la paciencia propia del perro.
El catolicismo nos
ofrece cuatro virtudes cardinales: la justicia, la templanza, la fortaleza; y la
prudencia, que consiste en discernir y distinguir lo que está bien de lo que
está mal, en cada situación para actuar con cordura.
Sinceramente me uno al
dolor que embarga a la ciudadanía, pero mucho más me solidarizo con el sufrimiento
de una madre. Suplico al Creador en mis plegarias que llegue pronto la resignación,
ante tan lamentable pérdida.
Dentro de tanto dolor, debemos
recapacitar y reconocer que los arrebatos imprudenciales se han filtrado en todas
partes, en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hogares y hasta en la
calle misma. Basta leer la prensa, ver los videos en las redes sociales y los
noticieros para enterarnos de los hechos sangrientos que se protagonizan.
Este desafortunado
suceso nos despertó del largo letargo en el que estábamos inmersos, hoy lo
acontecido en otros estados de la república con otros candidatos se hace
presente, la política se ha revestido de violencia.
Es necesario aprender
para educar en valores, dar oportunidades de trabajo, conservar la familia
unida, amar, proteger y guiar a los hijos hacia la vida buena, pero sobre todo
luchar porque siempre en nuestro corazón se mantenga viva la presencia divina.
Antonieta B. de De
Hoyos junio 20/18
No hay comentarios:
Publicar un comentario