Empoderadas o
esclavizadas.
Gracias a Dios he
vivido el tiempo suficiente como para darme cuenta de los tremendos cambios que
en las últimas décadas del siglo pasado y primeras del milenio, ha venido
experimentando la mujer en su aspecto físico, moral, emocional, cultural y
espiritual. Admiro enormemente la manera
en que su inteligencia y habilidades se han desbordado, obligando al varón a
reconocer su extraordinaria naturaleza, algunos pensadores hasta han afirmado que Dios volcó todo su amor al
momento de crearla.
En este siglo que hace
18 años iniciamos, ha quedado al descubierto su enorme capacidad para
desenvolverse y superar cualquier crisis, por eso me entristece la forma en que aún sigue siendo manipulada.
No he visto ni uno solo
de los programas de televisión denominados “Mexicana Universal”, sinceramente no soporto la
forma en que las desvisten y las exponen
a la crítica de su físico, las obligan a dietas rigurosas, cirugías estéticas en
su cara y cuerpo, máscaras de maquillaje llenas de correctores que las
convierten en otras, pero sobre todo la ofensa de tener que repetir los
diálogos indicados.
En Europa ha dado
inicio un movimiento femenino en contra de la moda en el vestir, que las obliga
a usar prendas incomodas y estrafalarias que a veces rayan en el ridículo. La
rebeldía también se impone en el rechazo a las indignantes pautas de vida que la
sacan de lo moralmente acostumbrado. Mientras trasmitían esta noticia se
escuchó de fondo el tema musical que puso de moda la cantante Alaska, allá por
los años setentas, que decía “A quién le
importa lo que yo haga…”
Ya han pasado bastantes
años, desde que escuché que la mujer no solo se había emancipado sino también empoderado,
me dio mucho gusto, pues pensé que al fin había llegado la anhelada liberación del
sometimiento masculino, de ahora en adelante sí seriamos auténticas y en esa autenticidad
encontraríamos la felicidad. ¡Por fin los estereotipos se iban a la basura! Pero
no fue así, ese otorgado poder se limitó a instruirla para que su capacidad
económica se elevara, se independizara y aceptara con alegría, las nuevas
reglas del juego que el hombre formulaba, para su habitual complacencia.
Gracias a la constante promoción
a la vida “loca”, diversión, bebidas
alcohólicas, productos chatarra, y al sedentarismo obligado donde se desempeña,
la obesidad la destruye, al mismo tiempo que la anorexia la desnutre y la lleva
a estados depresivos.
El empoderamiento femenino
actual, no consiste en su profesionalismo ni en su belleza natural, sino en
convencerla de que debe agradar al varón sin importar sacrificios. Ahora más
que nunca, no es dueña de sí misma. Recuerdo cuando adolescente si alguien
criticaba tu carácter o tu físico, con
gran orgullo decíamos “así me hizo Dios”
y se acababa el problema. Antes las orgullosas abuelas elegían, hoy las nietas
y bisnietas suplican ser elegidas.
Antonieta B. de De
Hoyos 6/13/18
No hay comentarios:
Publicar un comentario