El más bello de los cumpleaños.
Por Antonieta B. de De Hoyos junio/16
Trece de junio, día de San Antonio de Padua, fecha memorable para los
católicos en la que tuve la dicha de nacer, hace siete décadas; años en los que
Dios me ha bendecido con una larga existencia que jamás creí merecer.
Por
supuesto que me doy cuenta de que estoy envejeciendo, que mi rostro y mi cuerpo
se van transformando, lo positivo es que el aparentar juventud ya no me
preocupa, ahora lo esencial es que estoy de pie sobre la tierra y gracias a la
bondad divina, con leves achaques característicos de la vejez,
Por fin he descubierto el verdadero valor del tiempo y veo con
alegría, que aún estoy en condiciones de ser y hacer lo que quiero, obvio que
con ciertas limitaciones y aunque muchos no lo crean, disfruto como nunca antes
mis horas de soledad, silencios en los que puedo reflexionar sobre lo que he
vivido, pero sobre todo agradecer con humildad las bendiciones recibidas, tanto
en etapas de dolor como de felicidad.
Estoy contenta con lo que he sido, pero mucho más por la ocasión que
tengo de prepararme y de disponer mi espíritu para ese encuentro maravilloso
con la eternidad. Cada mañana cuando vislumbro la luz del día, siento que es
otra oportunidad que se me da para ayudar a mis semejantes.
Este día tan especial, quiero celebrar aquellas épocas difíciles que
creí imposibles de superar, pero ¡lo hice! Me siento muy orgullosa de la vida
que he tenido, de las muchas bendiciones recibidas y de las dificultades que me
fortalecieron.
Es muy grato caminar con la frente en alto, sentir el corazón
feliz porque se aprendió de los errores. Eso sí, ni un minuto más despilfarrado
en tonterías, hoy quiero gozar sin prisas de la naturaleza en todo su
esplendor, en especial del amanecer y del atardecer, porque es en esos
apacibles momentos cuando Dios nos acaricia; nos felicita o nos consuela.
De aquí en adelante compartiré con los demás mi entusiasmo por la
vida, haré sonreír y reír a alguien que necesita salir de su nostalgia,
bendeciré a todos los que estén cerca de mi o distantes, a los que conozco y a
los que no conozco, caminaré un kilómetro más para realizar una buena obra,
diré palabras bonitas y abrazaré con ternura.
Animaré al triste, a los que amo
les repetiré hasta el cansancio lo que significan en mi vida, nunca volveré a
preocuparme por lo que no tengo y agradeceré intensamente lo que poseo. La
firmeza de mi fe me conduce a aceptar a cada instante su voluntad, lo que me
garantiza que todo irá bien.
Esta noche alabaré a Dios por sostenerme de su mano durante todos
estos años, tiempo en el que, de acuerdo a lo aprendido, traté de hacer las
cosas lo mejor posible. Y aunque estoy arrepentida, tengo que aceptar las veces
que por inmadurez cometí equívocos.
Emprenderé mi último viaje con El a mi lado, porque confío plenamente
en su infinita misericordia; pero por lo pronto seguiré entusiasmada con mis
proyectos de vida y fabricaré ilusiones, quizás mañana pudiera ser el mejor
día.
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