jueves, 4 de febrero de 2016

Otra bendita oportunidad.
Por Antonieta B. de De Hoyos                                  febrero 6/16
Como siempre las prisas son las culpables de todo, por eso fue, que cuando miré el calendario me sorprendió que la próxima semana, dé inicio la cuaresma con el acostumbrado Miércoles de Ceniza.
No es que la vida avance más rápido, tampoco que tengamos muchas cosas que hacer, lo que pasa es que nos hemos dejado llevar por la apatía y, sin ser nuestra intención dejamos de disfrutar las tradiciones católicas, que representan un oasis en medio de la desértica rutina, una pausa para tomar aliento, un volver la mirada al cielo para recibir como suave brisa, la bendición que necesitamos.
Son tan solo cuarenta días impregnados de sabiduría, los mismos que sin rodeos nos vuelven a recordar como cada año, que nuestra estancia terrena es pasajera, que es un tiempo otorgado por Dios para que hagamos de nuestra vida y de la humanidad, algo mejor. Hay muchas personas a las que no les gusta la soledad porque les obliga a meditar, a reflexionar, a pensar en lo que se ha hecho bien o mal y lo que se ha dejado de hacer. A mí en lo particular, la cuaresma me parece bellísima porque no trae consigo la tristeza de la semana Santa, ni el bullicio de la navidad.
Tan solo cuarenta días en los que con entusiasmo las personas pueden iniciar un apostolado, realizar una tarea comunitaria o emprender actividades altruistas que pueden seguir desarrollando en el transcurso del año. También tenemos cuarenta noches en las que antes de dormir, en un  momento de paz, -con la televisión, el internet y la radio apagadas-, entablar una conversación muy especial con Dios, no para llorar nuestros errores, sino para suplicarle que ilumine nuestro diario vivir.
Ojalá y en este período de reflexión, nos demos cuenta de lo necesario que es, en estos tiempos confusos, el educar con mayor firmeza a los pequeños en la fe, descartando prejuicios y malas informaciones que desaconsejan la práctica de las virtudes en familia.
La inmoralidad corrompe a una buena parte de la sociedad mundial, el libertinaje y la ausencia de Dios está de moda; no es posible que los adultos nos quedemos con los brazos cruzados, los jóvenes piden ayuda, pero para dársela es indispensable que nosotros tengamos un espíritu fuerte.
Acudamos a tomar ceniza y sin miedo aceptemos la sentencia: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”, lo que significa que a la hora de la muerte nada nos llevaremos, solo las buenas obras nos acompañaran.

El Papa Francisco trae en sus mensajes el amor, la sabiduría y la fortaleza divina, que necesitamos para salir adelante en nuestras vicisitudes, pero el verdadero milagro lo haremos todos, cuando luchemos incansablemente porque la espiritualidad regrese al hogar. Orar, amar y perdonar es la condición, mientras no la cumplamos nuestro esfuerzo será en vano. 

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