Otra
bendita oportunidad.
Por Antonieta B. de De
Hoyos
febrero 6/16
Como siempre las prisas son
las culpables de todo, por eso fue, que cuando miré el calendario me sorprendió
que la próxima semana, dé inicio la cuaresma con el acostumbrado Miércoles de
Ceniza.
No es que la vida avance más
rápido, tampoco que tengamos muchas cosas que hacer, lo que pasa es que nos
hemos dejado llevar por la apatía y, sin ser nuestra intención dejamos de
disfrutar las tradiciones católicas, que representan un oasis en medio de la
desértica rutina, una pausa para tomar aliento, un volver la mirada al cielo
para recibir como suave brisa, la bendición que necesitamos.
Son tan solo cuarenta días
impregnados de sabiduría, los mismos que sin rodeos nos vuelven a recordar como
cada año, que nuestra estancia terrena es pasajera, que es un tiempo otorgado
por Dios para que hagamos de nuestra vida y de la humanidad, algo mejor. Hay
muchas personas a las que no les gusta la soledad porque les obliga a meditar,
a reflexionar, a pensar en lo que se ha hecho bien o mal y lo que se ha dejado
de hacer. A mí en lo particular, la cuaresma me parece bellísima porque no trae
consigo la tristeza de la semana Santa, ni el bullicio de la navidad.
Tan solo cuarenta días en los
que con entusiasmo las personas pueden iniciar un apostolado, realizar una
tarea comunitaria o emprender actividades altruistas que pueden seguir
desarrollando en el transcurso del año. También tenemos cuarenta noches en las
que antes de dormir, en un momento de
paz, -con la televisión, el internet y la radio apagadas-, entablar una
conversación muy especial con Dios, no para llorar nuestros errores, sino para
suplicarle que ilumine nuestro diario vivir.
Ojalá y en este período de
reflexión, nos demos cuenta de lo necesario que es, en estos tiempos confusos,
el educar con mayor firmeza a los pequeños en la fe, descartando prejuicios y
malas informaciones que desaconsejan la práctica de las virtudes en familia.
La inmoralidad corrompe a una
buena parte de la sociedad mundial, el libertinaje y la ausencia de Dios está
de moda; no es posible que los adultos nos quedemos con los brazos cruzados,
los jóvenes piden ayuda, pero para dársela es indispensable que nosotros
tengamos un espíritu fuerte.
Acudamos a tomar ceniza y sin
miedo aceptemos la sentencia: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”,
lo que significa que a la hora de la muerte nada nos llevaremos, solo las
buenas obras nos acompañaran.
El Papa Francisco trae en sus
mensajes el amor, la sabiduría y la fortaleza divina, que necesitamos para
salir adelante en nuestras vicisitudes, pero el verdadero milagro lo haremos
todos, cuando luchemos incansablemente porque la espiritualidad regrese al
hogar. Orar, amar y perdonar es la condición, mientras no la cumplamos nuestro
esfuerzo será en vano.
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