jueves, 18 de febrero de 2016

No basta con orar, pedir y agradecer.
Sin lugar a dudas, para vivir una vida a plenitud es indispensable estar siempre dispuestos a instruirse, a estar atentos a lo que sucede, a escuchar. Es un juego de aprendizaje que a cualquier edad o etapa de la vida debemos jugar, es avivar en nuestro interior el deseo por saber más, por ser mejor persona, es ejercitar el don divino de la inteligencia que sin distinción alguna recibimos.  
Sucedió que esta vez, cuando escuchaba con atención uno de los mensajes del Papa Francisco, le oí decir: “Oren, pidan y agradezcan pero no se olviden de alabar a Dios, a Él le gusta escuchar las alabanzas de su pueblo”. ¡No se olviden de alabar!, enfatizó. 
Lo dijo con tal firmeza, que ya no puse atención a lo demás por estar pensando en el modo, que tenemos algunos católicos cristianos de hacer oración. 
Por ejemplo: al amanecer antes de levantarnos nos persignamos y damos gracias por el nuevo día, pedimos la sabiduría necesaria para realizar nuestro trabajo diario y la bendición para las personas que amamos o que sabemos que sufren una enfermedad.
Al mediodía si se puede, escuchamos el rezo del Ángelus y solicitamos de nueva cuenta la bendición para todos. De ahí hasta el anochecer. Momentos antes de dormir tomamos el librito de oraciones, rezamos el rosario o el viacrucis si es cuaresma y terminamos  agradeciendo a Dios las bendiciones recibidas. 
A mí me da mucha paz encomendarme a Dios al finalizar  el día, porque mi mente descansa y mi organismo se recupera de la fatiga.
Menciono lo anterior porque creo que ésta es una saludable rutina, que casi todos los creyentes realizamos sin importar la doctrina que profesemos, porque sabemos que nuestras oraciones y meditaciones siempre llegan a Dios.
Mis rezos son cortos, probablemente me ocupen veinte minutos, es un espacio de intimidad en el que converso con Dios desde hace muchos años. 
Pero, ¿y la alabanza que recomienda el Papa Francisco?, haciendo un poco de memoria me di cuenta de que en mis rezos, si uso frases que puedo considerar alabanzas, pero no con la perseverancia que él nos indica.
Por eso decidí buscar en internet las frases y la manera correcta de decirlas. Leí muchas, intenté memorizarlas, pero me resultaban extrañas, no estaban en mi lenguaje habitual. 
Necesitaba palabras que alabaran y que a la vez me hicieran sentir lo que decía, tenían que ser mías, debía ser  capaz de imprimirles la fuerza que me inspiraban para dar buen término a mi rezo.
Encontré las siguientes: “Señor tu eres santo, para ti todo el poder y la gloria, Dios todopoderoso para ti son mis alabanzas, yo te glorifico, Amén”. 
Espero que después de repetirlas por determinado tiempo, empiecen a fluir desde el fondo de mi alma las más bellas y auténticas alabanzas.  

 Antonieta B. de De Hoyos                     febrero 20/16

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